Nunca me ha sido posible consumir historias de asesinos. Admiro a los que se recrean con las aventuras sangrientas de Jason Voorhees, Freddy Krueger, Hannibal Lecter y otros célebres carniceros. Yo no codifico la artificialidad de ese terror para “entretenimiento” y me impresiona severamente. Intento vencer mi irracionalidad: “Tu miedo es estúpido, son personajes de ficción, en la realidad no existen seres tan malvados”, me digo. Ahora veo la escalofriante naturalidad con la que Yorbi Manauri García, el asesino del joven empresario santiagués David Gómez, ha contado su crimen ante medios de comunicación y me cuestiono sobre esa conducta. Tan inaudito cinismo sólo puede ser cosa de un absoluto monstruo. Y no de cuento.
Monstruo
Nunca me ha sido posible consumir historias de asesinos. Admiro a los que se recrean con las aventuras sangrientas de Jason Voorhees, Freddy Krueger, Hannibal Lecter y otros célebres carniceros. Yo no codifico la artificialidad de ese terror para…