Nostalgia a tres voces

La memoria fusiona el ayer y el hoy en un largo y lento río de abandonos. ¿Qué es el tiempo? Si no me lo preguntan, lo sé; si me lo preguntan, lo ignoro, respondía San Agustín. El tiempo, acaso alguien soñó, es interminable y concurrente.…

La memoria fusiona el ayer y el hoy en un largo y lento río de abandonos. ¿Qué es el tiempo? Si no me lo preguntan, lo sé; si me lo preguntan, lo ignoro, respondía San Agustín. El tiempo, acaso alguien soñó, es interminable y concurrente. Husmeo en los anales para procurar el minuto extraviado. Y rescato algunas veredas, ciertos soplos. Algo de ayer podrá ser noticia del mañana, o a la inversa. Como lo prueba el olvido, todo recuerdo es rigurosamente una alegoría.

Alberto Cortez me envía desde España su musicalización de los poemas de Pedro Bonifacio Palacios -el “Almafuerte” de los Postumistas, el “místico sin Dios” de Borges. Le escribo el 25 de julio de 1988:

“Querido Alberto:

Ayer conocí un Pedro Bonifacio menos desdichado. Ya lo abriga tu fecundo ropaje de pasión. Hay una donosa carne -créemelo: la percibí- pegada a su osamenta quejosa. Es músculo y atavío de viento y de fervores. Ambas, vestidura y materia viva, ahora derogando aquel previsible triunfo de gusanos. En ti, Almafuerte ha renacido perpetuo. Invictos su ropaje y su cuerpo. Invicta, cegadora, tu música. !Entrañable tarea..!”.

Al cumplir los 80 años, le obsequio al profesor Juan Bosch el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española. Don Juan me comenta acerca de un raro carácter gramatical que aparece en el tesauro. Le escribo el 14 de julio de 1989:

“Apreciado Don Juan:

Me habló usted de un extraño signo que, parecido a la ‘f’, sonaba como ‘s’ en el Diccionario de Autoridades del 1726. (El primer diccionario español fue el de Antonio de Nebrija, que vio la luz en Salamanca en 1492 y era de carácter latino-español. Después apareció el valenciano-castellano publicado por Palmireno en el 1569. El que yo le regalé es un facsímil de la primera edición de 1726 del DdA de la RAE).

Este trazo, según indica el mismo DdA, no es sino una de las tantas vividuras de la ‘s’ en el largo andar de nuestra lengua. En la página que inicia las palabras encabezadas por ‘s’ puede leerse:

‘La S formada en un clavo es cifra de la voz Efclavo, y dos SS pueftas en efta forma quiere decir párrapho. En nuestro idioma no fe liquida la S al principio de dicción; y afsi, ó a abfolutamente fe omite: como Ciencia, ó fe le antepone una e: como Efcoláftico; pero porque muchas de las voces que se toman de otro Idióma, efpecialmente el Latino, fe hallan en nueftros Autóres efcritas con S liquida’.

Materia viva es el idioma: robustez que no mengua, patria misteriosa e irrenunciable de todos nosotros.”

A Orlando Haza le regalé, en abril de 1991, la Historia de Cronopios y de Famas de Julio Cortázar. Dada la conocida propensión de tan distinguido amigo, presidente vitalicio, que fuera, del Club de Pavos, Inc., remito el libro con esta carta:

“Distinguido Presidente:

Cuando percibí la señal (unos bombillitos que parpadeaban, un menudo croar intermitente, como de rana en extravío) supe que la presa estaba cerca. Debí moverme con cautela, con precisa lentitud, hasta llegar al sitio del botín. Al principio imaginé que estaría en el fondo. Desde afuera, sin embargo, sólo pelmazos cardúmenes de las especies Padre-Mateu y Leo-Buscaglia alteraban la quieta superficie de aquel océano de papiros.

Dado que las señales eran cada vez más intensas, más confiables (claro, mi detector es modelo 1968, de los auténticos), tomé la grave decisión: búsqueda profunda. Después de algunos intentos fallidos, al fin lo conseguí. Enredadas en el aparejo había dos burbujas verdes. Era un par de esferas de apariencia vegetal que, aun sin moverse, parecían raramente vivas.

No puedo ocultarle que sentí gran curiosidad. Al acercar la mirada a los globos, percibí formas que se movían dentro de las figuras cerradas. No me lo creerá, pero también escuché el sonido de una trompeta. Ya visto más de cerca, el interior de cada burbuja era un mundo frenético donde todo acontecía de manera más que extraña.

Al fijar la vista en la burbuja número dos (así se me ocurrió llamarla con el objeto de distinguirla de la idéntica burbuja número uno) descubrí al hombre de la trompeta. Era un negro grande y feliz, tocando y cantando entre infinidad de seres pequeños y vivaces que saltaban como enloquecidos mientras se decían entre sí: “Buenas salenas cronopio cronopio”.

Pero no menos inverosímil resultó la burbuja número uno. Aquí le aseguro que vi (en miniatura, por supuesto) a Carlos Gardel y a Isadora Duncan, a Charlie Parker y a Julio Verne. Todo era tan confuso. Nada parecía tener importancia ni sentido lógico dentro de los globos. Allí todos los seres se comportaban cual paveznos. ¡Ay, Presidente..!

En vista de su gran conocimiento sobre estos temas, apreciado mentor, he decidido consultarlo. Deseo que me descifre usted las claves de este mundo vertiginoso, las reglas del universo enloquecido que existe en el interior de las burbujas. Muy poco entiendo de cosas tan extraviadas. Para fines de estudio y conservación, le entrego las dos piezas capturadas. Eso sí: trátelas con cuidado extremo. (En la burbuja número uno he creído ver a Phileas Fogg mientras hojeaba unos libros de Altos Estudios de Patafísica). Como usted comprenderá, le hablo de ingredientes desusados, de manejo harto peligroso).
Suyo, con reverente admiración, Publio Dante McNamara”.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas