Nuestro gentilicio

La denominación gentilicia de los habitantes del asentamiento instituido por Cristóbal Colón en la isla de Haití al reclamar para España el dominio de las islas y tierra firme descubiertas y por descubrir, forzado por accidente náutico absurdo&#8230

Nuestro gentilicio

La denominación gentilicia de los habitantes del asentamiento instituido por Cristóbal Colón en la isla de Haití al reclamar para España el dominio de las islas y tierra firme descubiertas y por descubrir, forzado por accidente náutico absurdo&#8230

La denominación gentilicia de los habitantes del asentamiento instituido por Cristóbal Colón en la isla de Haití al reclamar para España el dominio de las islas y tierra firme descubiertas y por descubrir, forzado por accidente náutico absurdo e irresponsable del mismo Almirante, que nunca logró ganarse la fidelidad ni el respeto de sus subalternos, pero sí el odio y el rechazo de quienes, como él mismo, soñaban con ser tenedores de grandes cantidades de oro y riquezas metálicas.

Llegando al Archipiélago Lucayo –en taíno, lu bonito, y cayo pequeña isla-a uno que sus habitantes llamaban Guanajaní, lo reclamó en propiedad para Castilla cambiando su nombre por el de San Salvador, en ejecución del injusto absurdo y arbitrario derecho de propiedad que junto a Portugal recibió España de un Papa que no era dueño del planeta Tierra, aunque sí pariente de los monarcas ibéricos, para repartirse toda la geografía desconocida del globo terráqueo.

Cuando arribó a la isla, cuyos habitantes llamaban Haití, el Almirante la renombra isla Española, introduciendo el primer problema gentilicio. ¿Cómo denominar a los habitantes de la Española? Lógico es pensar que debería ser españoles; sin embargo, quedaría el problema de diferenciarlos de los españoles peninsulares.

Cuando Ovando transforma la aldea que había construido Bartolomé Colón en la margen oriental de la ría del Ozama con el nombre de Santo Domingo, edificando en la margen opuesta la primera ciudad europea, se convirtió ésta, prontamente, en el principal destino y en centro administrativo y logístico de la epopeya de la conquista de América.

Aunque en las comunicaciones entre las autoridades coloniales y las administrativas y logísticas de España se siguió llamando a la isla La Española, se fue sustituyendo por el uso tanto en el lenguaje oral como en el escrito este nombre por el de Isla de Santo Domingo o simplemente Santo Domingo. Y se acabó el problema de la denominación gentilicia, pues a los habitantes de la isla empezaron a nombrarlos dominicanos.

Quisqueia, término que parece haber inventado el Almirante, según lingüistas especializados en los lenguajes derivados del arahuaco, no es sonido propio de esa lengua. Tampoco República Dominicana originó el término dominicano, puesto que ese gentilicio venía usándose desde hacía siglos para denominar a los de la isla.

Hay gente que se equivoca pensando que nuestro gentilicio tiene que ver directamente con la labor evangélica de la Orden Dominicana. Pero la relación es indirecta. Porque Santo Domingo de Guzmán es la inspiración para el nombre de la orden religiosa, para la denominación de nuestro país y para la denominación gentilicia y nacional.

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La denominación gentilicia de los habitantes del asentamiento instituido por Cristóbal Colón en la isla de Haití al reclamar para España el dominio de las islas y tierra firme descubiertas y por descubrir, forzado por accidente náutico absurdo e irresponsable del mismo Almirante, que nunca logró ganarse la fidelidad ni el respeto de sus subalternos, pero sí el odio y el rechazo de quienes, como él mismo, soñaban con ser tenedores de grandes cantidades de oro y riquezas metálicas.

Llegando en el Archipiélago Lucayo –en taíno, lu bonito, y cayo pequeña isla- a uno que sus habitantes llamaban Guanajaní, lo reclamó en propiedad para Castilla cambiando su nombre por el de San Salvador, en ejecución del injusto absurdo y arbitrario derecho de propiedad que junto a Portugal recibió España de un Papa que no era dueño del planeta Tierra, aunque sí pariente de los monarcas ibéricos, para repartirse toda la geografía desconocida del globo terráqueo.

Cuando arribó a la isla, cuyos habitantes llamaban Haití, el Almirante la renombra isla Española, introduciendo el primer problema gentilicio. ¿Cómo denominar a los habitantes de la Española? Lógico es pensar que debería ser españoles; sin embargo, quedaría el problema de diferenciarlos de los españoles peninsulares.

Cuando Ovando transforma la aldea que había construido Bartolomé Colón en la margen oriental de la ría del Ozama con el nombre de Santo Domingo, edificando en la margen opuesta la primera ciudad europea, se convirtió ésta, prontamente, en el principal destino y en centro administrativo y logístico de la epopeya de la conquista de América.

Aunque en las comunicaciones entre las autoridades coloniales y las administrativas y logísticas de España se siguió llamando a la isla La Española, se fue sustituyendo por el uso tanto en el lenguaje oral como en el escrito este nombre por el de Isla de Santo Domingo o simplemente Santo Domingo. Y se acabó el problema de la denominación gentilicia, pues a los habitantes de la isla empezaron a nombrarlos dominicanos.

Quisqueia, término que parece haber inventado el Almirante, según lingüistas especializados en los lenguajes derivados del arahuaco, no es sonido propio de esa lengua. Tampoco República Dominicana originó el término dominicano, puesto que ese gentilicio venía usándose desde hacía siglos para denominar a los de la isla.

Hay gente que se equivoca pensando que nuestro gentilicio tiene que ver directamente con la labor evangélica de la Orden Dominicana. Pero la relación es indirecta. Porque Santo Domingo de Guzmán es la inspiración para el nombre de la orden religiosa, para la denominación de nuestro país y para la denominación gentilicia y nacional.

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