En los Yankees de Nueva York hay un pelotero que pertenece a la élite y se llama Robinson Canó. Así como suena. Ese es el mejor jugador de los Yankees, pero por mucho, y además uno de los que más rango tiene en el negocio.
Derek Jeter, con todo el respeto posible para el gran capitán, debe ir pensando en su discurso de despedida. Asumo que el de Mariano Rivera ya lo preparan para finales de campaña. Es muy probable que ya viéramos lo mejor de Mark Teixeira y así sucesivamente.
Al que le falta alcanzar su cenit es al intermedista de los Bombarderos del Bronx, quien lleva tres campañas como el premier de su posición en las Grandes Ligas.
Canó se ha separado de su grupo. Le tengo un enorme aprecio a Dustin Louis Pedroia, el segunda base de Boston que es un caballo con condiciones increíbles de liderazgo, pero Robinson le ha sacado unos pasos de distancia.
El ascenso del nativo de San Pedro de Macorís a la crema y nata del juego ha llegado a un nivel tan alto que se escuchan voces que le conceden acciones en el club de los mejores bates zurdos de las Mayores.
Tiene un asiento cerca de Joe Mauer, Josh Hamilton y Joey Votto, entre otros garrotes que se paran a la izquierda en la goma.
Le puede dar un palo a cualquiera y sabe utilizar todo el terreno. Cada vez más utiliza todo el terreno, en especial la banda contraria. Eso explica su promedio por encima de .300 y al menos 40 dobles conectados en cuatro campañas consecutivas.
Nunca se ha ponchado 100 veces y viene de su mejor temporada en cuanto a bases por bolas recibidas se refiere (61). Tan sencillo como es el más indicado para darle un palo a cualquiera y eso indica que es el pelotero al que hay que proteger en la alineación o construir la misma a su alrededor. Robinson se ha ganado ese derecho. No es una concesión. Es totalmente adquirido.
Alguien le puede decir al dirigente Joe Girardi, que asumo sabe todo esto y más, que Canó no es segundo bate.
