Pánico bancario

Los primeros bancos surgieron en el siglo XVII, cuando unos orfebres comenzaron a custodiar el oro de algunas personas. Esas personas recibían a cambio recibos y, en vez de cargar el oro consigo, realizaban transacciones con esos “papeles respaldados

Los primeros bancos surgieron en el siglo XVII, cuando unos orfebres comenzaron a custodiar el oro de algunas personas. Esas personas recibían a cambio recibos y, en vez de cargar el oro consigo, realizaban transacciones con esos “papeles respaldados”.

Rápidamente, los orfebres se dieron cuenta de que era prácticamente imposible que todo el mundo viniera a reclamar su oro al mismo tiempo. ¿Qué sentido tenía pues tenerlo apilado en un almacén? Entonces, se dieron ciertos permisos ¡y lo prestaron a terceras personas! Con la parte no prestada, cubrían las reclamaciones que se fuesen presentando.

Los bancos de hoy hacen exactamente lo mismo. Solo guardan una parte del dinero que se les deposita, y con el resto realizan negocios. Pero no siempre “los inventos del banquero” con el dinero ajeno son productivos. Cuando la rentabilidad de esos negocios no corresponde a lo previsto, y el banco no puede cubrir los depósitos, son muchos los clientes que pierden sus ahorros.

Ocurre entonces que los clientes de otros bancos piensan que les pudiese ocurrir lo mismo. Entran en pánico y acuden en masa a retirar sus depósitos. ¡Pero los bancos no tienen todo ese dinero!

El fenómeno es peligroso porque acaba con la confianza en todo el sistema. En Estados Unidos, por ejemplo, quebraron más de 4,000 bancos después de la Gran Depresión. A partir de entonces, las autoridades administrativas de varios países crearon un banco jefe o “central”, que les exige una especie de seguro, los supervisa y regula, y llama a la calma en caso de problemas.

Un mal manejo de dichas autoridades (como dar declaraciones desacertadas o despertar suspicacia) puede ser nefasto. Es por esto que cuanto menos hablen, menos se rían y menos salgan en la prensa, mejor para el sistema entero.

Pudiese ocurrir también que, respondiendo a oscuros intereses políticos, esas autoridades abusen de su poder y lancen rumores para quebrar a alguien. Ningún banco, por serio y prudente que haya sido, resistiría la avalancha de reclamos que se presentaría. Porque el dinero simplemente no está. Ni en ese banco, ni en ningún otro.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas