Partidos y valores democráticos

El bicentenario del natalicio de Juan Pablo Duarte, el cual hemos venido celebrando desde hace varias semanas, se torna en una ocasión muy apropiada…

El bicentenario del natalicio de Juan Pablo Duarte, el cual hemos venido celebrando desde hace varias semanas, se torna en una ocasión muy apropiada no sólo para renovar nuestro compromiso con la nación dominicana, sino para reflexionar sobre cuáles son los valores que deberán sustentar la vida democrática en nuestro país. Esto debe hacerse bajo el entendido de que la calidad de la democracia tiene que ver tanto con su diseño institucional como con los principios y valores que le son propios.

Años de regímenes autoritarios han caracterizado la historia política dominicana desde su constitución como República en 1844, en contraposición a las aspiraciones de Duarte y los trinitarios. Los gobiernos de Santana, Buenaventura Báez, Lilís, Trujillo, Balaguer, entre otros más recientes, han marcado el predominio de un proyecto político conservador y personalista, que ha impedido un ejercicio pleno de la democracia.

Estos regímenes se han sustentado en una cultura política caudillista y clientelar, que ha sido imposible superar en los recientes procesos de consolidación de la democracia en el país.

Difícil tarea la que tenemos en la República Dominicana, de construir una democracia sin demócratas. La ausencia de valores democráticos como la tolerancia, el pluralismo, la participación o la igualdad, es una de las causas de los diversos problemas que caracterizan a nuestro régimen político. La debilidad de las instituciones políticas, los proyectos continuistas, las recurrentes crisis post-elecciones y la violación de los derechos fundamentales de la gente, son sólo algunas de las situaciones que nos caracterizan.

A esto se añade el tema de los conflictos partidarios sin canales de solución, como lo ha significado la crisis del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Hay que advertir que esta situación no es exclusiva del PRD y que los partidos políticos tradicionales se distinguen por su falta de institucionalidad y su débil democracia interna. Aún no hemos aprendido a vivir en democracia. Para cambiar esto, no basta con reformas legales, como la electoral o la de partidos políticos. Se requiere de esfuerzos dirigidos a lograr una profunda transformación de la cultura política; esto es, que las prácticas, las actitudes, la forma de pensar y relacionarnos, estén orientadas en valores democráticos. El gran reto hoy en día sigue siendo cómo construir una sociedad que esté fundamentada en los principios y valores que son propios de un sistema democrático. Para que una sociedad pueda vivir en democracia, requiere de ciudadanas y ciudadanos con plena conciencia de sus derechos y de una clase política comprometida con impulsar los cambios que requiere la convivencia democrática.

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