Por ferias provinciales del libro y la cultura

En medio de discusiones suscitadas en algunas de las redes sociales sobre el hecho de que muchos dominicanos acuden a la Feria Nacional del Libro y al final, no adquieren un solo libro, he insistido en la necesidad de defender este tipo de evento,…

En medio de discusiones suscitadas en algunas de las redes sociales sobre el hecho de que muchos dominicanos acuden a la Feria Nacional del Libro y al final, no adquieren un solo libro, he insistido en la necesidad de defender este tipo de evento, que se realiza en forma exitosa cada año. Mi defensa a la Feria Nacional del Libro se fundamenta, no sólo en que es una forma de acercar los libros a la gente, sino de que es un espacio que incluye las más diversas expresiones de la cultura nacional e internacional.

Más aún: creo que, más que criticar esta feria, por la gran cantidad de negocios por cuenta propia que se improvisan a su alrededor o la escasa compra de libros, lo que los gobiernos dominicanos deberían es reproducir este tipo de actividad, para llevarla a toda la geografía nacional.

Concretamente he planteado en las redes, y me permito reiterarlo, que se deben auspiciar ferias provinciales de la cultura en cada una de las provincias del país, como forma de estimular el desarrollo de las diferentes artes en cada uno de los rincones de la nación. Es necesario que en los principales municipios se fomente el estudio de la música, la danza, el teatro, la pintura, el cine, la escultura y la literatura. Y que esas manifestaciones del arte encuentren, en una feria anual de la cultura, el espacio y momento propicio para ser expresadas y compartidas.

Sólo fomentando esas artes podremos ir creando una cultura nacional que permita demandar sus productos, haciendo rentable esas actividades.  Es posible vivir dignamente de cualquier actividad artística, pero sólo si fomentamos su desarrollo, y si los ciudadanos crecen y se forman con la convicción de que “no solo de pan vive el hombre”.

La realización de ferias provinciales de la cultura supondría, inicialmente, una mayor inversión pública en su organización, pero su montaje desataría una dinámica cultural y económica en cada provincia que va a generar recursos que permitan financiar parte de las actividades a desarrollar. 

Necesitamos soñar con que podemos y debemos convertir a cada habitante de esta tierra en un potencial generador o consumidor de los más diversos bienes de la cultura autóctona o internacional. 

Debemos pensar que el acceso a los bienes de la cultura, no es solo un derecho fundamental, establecido en la Constitución, sino que es un elemento esencial para el libre desarrollo de las potencialidades y talentos de las personas, y permite, en muchos casos, generar fuentes de trabajo e ingreso.  Vale la pena intentarlo.

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