El plan de construcción de escuelas públicas durante la administración Medina después que consagró el 4% para la educación ha corrido con un manifiesto empeño en cumplir lo programado. Ha sido un afán del propio presidente de la República. Nadie olvida el apuro en que se vio aquel ingeniero en Arenoso, con una inesperada visita del Presidente a la escuela Eugenio María de Hostos, que no había alcanzado el nivel requerido en el tiempo previsto. Fue un mensaje de que se requería la terminación de las escuelas de acuerdo a la proyección oficial. Eso sirvió como acicate para otros constructores.
Atrás quedaban las quejas sobre desembolsos a ingenieros sin que se ubicaran los terrenos donde se construirían las escuelas, o que no siempre los mismos respondían a las normas requeridas para la seguridad de dichas obras o de los futuros usuarios. Pero aún persisten las quejas sobre ciertas ubicaciones y sitios inadecuados. Pero el gobierno avanza en el programa.
Difícilmente el presidente Medina deja pasar una semana sin realizar una inauguración. Y al término de su gestión es poco probable que una sección de la República se quede sin un centro escolar.
¡Todo está bien! Pero los trabajos deben ser bien hechos. Y las obras terminadas por completo. El presidente de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), Eduardo Hidalgo, ha denunciado que algunas escuelas han sido entregadas sin que estén dotadas de todos servicios o con detalles pendientes. También que los trabajos están suspendidos en varias escuelas.
Lo ocurrido el martes en El Seibo es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Apenas a horas de una proyectada inauguración en varias escuelas se aceleraban labores de terminación. ¿Por qué ese afán de que el Presidente inaugure?
Ya nadie podrá regatearle el mérito al presidente Medina por propiciar la construcción de miles de aulas y cientos de escuelas en el país. Siendo así, todo debe ser hecho a la medida, dentro de los plazos previstos, pero con la calidad y la dignidad que se merece la comunidad educativa y la ciudadanía.
Siendo así, ¿para qué esa prisa?
