Prevenir para no lamentar

En la década de los 60, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el cáncer cérvicouterino o de cuello…

En la década de los 60, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el cáncer cérvicouterino o de cuello uterino, era una prioridad en los países de Latinoamérica y el Caribe. Su frecuencia en la mujer a nivel mundial solo es superada por el cáncer de mama.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) infiere que el 99% de las causas «en su totalidad» se deben al virus del Papiloma Humano (VPH), una infección que se trasmite por contacto sexual y no presenta peligro alguno si se atiende a tiempo. Si de lo contrario, persiste por más de un año, podría ocasionar lesiones precancerosas y cáncer invasivo como el cérvicouterino.

Fue el médico alemán Harald zur Hausen, Premio Nobel de medicina 2008, que en 1976 descubrió que una de las causas del cáncer cervical es debido al VPH.

Por esa razón, los especialistas se han enfocado en orientar a los ciudadanos acerca del VPH con charlas para su prevención. Y, luego de que surgieran en el 2006 las primeras vacunas que previenen este virus infeccioso, muchos países han autorizado su uso y han organizado programas de vacunación.

No hay nada de malo en ello, pero la OMS entiende que la forma más eficaz de darle la cara a este tipo de cáncer es con el tamizaje.

Según el texto Tamizaje en cáncer ginecológico este método en medicina se define como «la aplicación sistemática de un procedimiento diagnóstico a una población dada y en un intervalo definido». Su eficacia y efectividad, según el mismo documento, se da en la medida en que se reducen las muertes.

Un boletín de la OMS sobre la importancia del tamizaje sobre las vacunas se sustenta en que las actuales solo protegen contra los tipos del VPH «que causan aproximadamente el 70% de los casos de cáncer cervicouterino». El ideal es que ambas opciones sean una prioridad para los gobiernos: «Cuando los recursos son escasos, lo más difícil es determinar el punto de equilibrio», apunta Claudio Politi, economista sanitario de la OMS.

Hasta el momento y durante estos últimos 50 años, el papanicolaou es el método más económico y sencillo para el tamizaje. Por supuesto, esto dependerá también de la calidad del laboratorio y de sus profesionales (citólogos), así como de los recursos económicos con los que cuente el país.

 

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