Rafael Vitelio Bisonó Genao (Tato)

En estas entregas de “Culto a la Amistad” no puedo dejar de mencionar una extensa relación con este compañero de aulas con quien he logrado una verdadera integración, no solo en lo personal, sino también en lo famil

En estas entregas de “Culto a la Amistad” no puedo dejar de mencionar una extensa relación con este compañero de aulas con quien he logrado una verdadera integración, no solo en lo personal, sino también en lo familiar.Somos compadres dos veces con una característica muy especial, pues en cada caso nosotros somos “el compadre” y “la comadre”, y esta especialización la hacemos en una forma muy especial de reconocer nuestra amistad durante más de 50 años.

Otra característica especial es que esta relación está adornada con una dosis de humor extraordinaria, cultivada con su padre, mi querido y siempre recordado Don Blanco, de quien produje un centenar de anécdotas que lo hacían reírse a más no poder de las ocurrencias que le inventaba. Para solo citar una, le decía que “él trasladaba desde Mata Hambre la roca picada a mano para con ella encachar las alcantarillas que mediante contrato construía para la compañía Constructora Elmhurst, y así lograr que el inspector de esta compañía, un americano llamado Miguich, le valorara o le cubicara 90% de roca y 10% de tosca, que asimismo tenía unos operadores de compresor que lejos de excavar la roca, lo que hacían era prender el compresor  para que hiciese todo el ruido posible y que el operador lo sostuviera para que no se hundiese, y que mientras tanto el inspector Miguich, a quien él ponía frente al sol, lo que oía era el ruido de los compresores y no podía apreciar el trabajo realmente, puesto que el sol de frente se lo impedía, ya que además, había una gran profundidad en la excavación de dicha alcantarilla”. Y así como esta, yo podría señalar una serie de anécdotas con las cuales, todos sus hijos, los cuales también me dicen compadre, además de mis compadres verdaderos, Rafael y Carmencita, gozaban hasta más no poder.

En los primeros 12 años de gobierno de Joaquín Balaguer, mi esposa y yo íbamos a esperarlo todos los sábados a su casa para salir al cine y a cenar juntos.  Recuerdo que en el año 1973 en una casa que él alquiló en Boca Chica, usó la siguiente expresión: “Usted es mi mejor amigo y yo soy su mejor amigo”.

Hemos transmitido esta relación a nuestros hijos y nietos, de tal manera que una de sus hijas, María de Lourdes “Lulú” y su esposo Jaime son compadres de mi hijo José Martín y su esposa Jacqueline.  Asimismo, su hijo más pequeño, Macho, mi ahijado, y su esposa María son compadres de mi hijo Marcos Augusto y de su esposa Anna Karina. Esto demuestra lo que es una verdadera integración familiar que se ha mantenido incólume en el tiempo.

Hicimos juntos los primeros viajes al exterior, de cuyas anécdotas podríamos llenar varios volúmenes, pero para solo recordar una, quiero relatar: Su cuñado, Máximo Cambiaso, quien vivía en Miami, nos llevó a un almacén donde vendían ropa al por mayor, nosotros compramos por 12 dólares, cada uno, sendos sacos azules con unas rayitas blancas.

Cuando regresamos a nuestro país fuimos ese sábado muy orondos a ver un show en El Maunaloa y el portero nos dijo ¿“ustedes son los de la orquesta? La entrada es por detrás”. Que nadie piense que estas anécdotas de humor, que forman parte de esta relación hacen que nuestra amistad sea ligera, todo lo contrario, es cada vez más sólida y hemos sabido transmitirla a nuestros descendientes para nuestro mayor orgullo.

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