Reflexiones sobre el déficit

En las discusiones preliminares para la concertación de un Pacto Fiscal, el tema del déficit en las cuentas del gobierno ha dominado la escena y pudiera ser el nudo a desenredar para alcanzar el objetivo perseguido. ¿Es ese déficit el problema…

En las discusiones preliminares para la concertación de un Pacto Fiscal, el tema del déficit en las cuentas del gobierno ha dominado la escena y pudiera ser el nudo a desenredar para alcanzar el objetivo perseguido. ¿Es ese déficit el problema básico de la economía; el trauma que será indispensable superar para sanear la actividad productiva de la nación o podría en última instancia convivir con un alentador crecimiento del PIB sin erosionar las bases del desarrollo nacional?

Las inquietudes me surgen a propósito de una historia publicada este martes en la edición internacional del diario español El País acerca del déficit en las finanzas públicas del gigante petrolero Arabia Saudita provocado por el descenso en los precios del crudo, que el año pasado alcanzó los 80,000 millones de euros (unos 100 mil millones de US$), mucho más que la suma anual de todos los bienes y servicios de la República Dominicana. Aunque resulte difícil imaginarlo, el déficit saudí ha creado desempleo y decenas de miles de trabajadores extranjeros tienen meses sin cobrar, en situación desesperante, según el diario. La razón de ese déficit estriba en un descenso de los ingresos petroleros de un 41.2% de los ingresos públicos en el 2011 a un 14.2% este año, según el FMI.

Es cierto que el déficit presiona la actividad económica y alienta el endeudamiento. Pero es obvio que a excepción del peso oneroso de la crisis eléctrica, la marcha de la economía no está subordinada a un renglón específico, como es el caso de Arabia Saudita, lo cual no significa que no se le preste al déficit presupuestario la importancia debida. En todo caso, la búsqueda de un pacto fiscal no puede estar solamente supeditada, a pesar de sus graves consecuencias, a superar el déficit del gobierno.

La enorme desigualdad social y las inequidades de un sistema tributario erigido sobre la clase media y el consumo, reclaman encontrar otros caminos.

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