Revisitando los Objetivos del Milenio

Las naciones del mundo se dieron hasta 2015 para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). A menos de 24 meses del fin de ese tiempo, el país asiste a una nueva evaluación de su desempeño en esta materia. El reciente informe…

Las naciones del mundo se dieron hasta 2015 para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). A menos de 24 meses del fin de ese tiempo, el país asiste a una nueva evaluación de su desempeño en esta materia.

El reciente informe que ha preparado el gobierno al respecto destaca los avances económicos y sociales de las últimas dos décadas. Sin embargo, es una evaluación justa que reconoce que la mayoría de las metas no se alcanzarán, y deja claros los enormes retos que todavía hay para cerrar las brechas.  
En materia de pobreza y hambre, el país se propuso reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas que vive en pobreza extrema. Esta meta no será alcanzada porque a pesar de que su incidencia se ha reducido en los últimos años, especialmente en las regiones más pobres, lo ha hecho de forma lenta.  Se necesita acelerar la velocidad de reducción en un 50% para lograrlo. En América Latina, dice el informe, eso se logró hace cinco años.
También se propuso lograr el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos y todas, incluyendo jóvenes y mujeres. Sin embargo, la tasa de ocupación de hombres y mujeres, y la desocupación ampliada entre jóvenes apenas ha cambiado en más de una década, y una de cada veinte personas ocupadas vive en la pobreza extrema. 

El país se propuso, además, reducir a la mitad el número de personas que padecen hambre.  Esta meta fue felizmente lograda en el pasado reciente. En 1990, el porcentaje de la población subnutrida (que consumía menos calorías que lo recomendado), era de 30%, pero en 2011 ese porcentaje se había reducido a casi 15%. Sin embargo, eso es todavía el doble del promedio de la región.

En educación primaria, se propuso lograr la enseñanza primaria universal. A inicios de la década pasada ya el país estaba bien posicionado para alcanzar esa meta, y en 2013 más del 95% de los niños y las niñas menores de 14 años asistía a la escuela.  Pero, como el informe apunta, todavía más de 300 mil menores de 6 años, la mayoría de familias pobres, no tienen acceso a la educación inicial, y cerca de un cuarto de los y las alumnas no logra terminar el octavo grado. La proporción es más alta en la población masculina, y en la que vive en zonas rurales y en la pobreza. Sin un esfuerzo supremo, la enseñanza primaria universal no se alcanzará.

Por otra parte, el país se propuso eliminar las desigualdades entre los sexos en la educación, y empoderar a las mujeres. Aunque en primaria la igualdad se puede lograr porque las diferencias son reducidas, en secundaria y superior, las cifras desfavorecen ampliamente a la población masculina y no será posible cambiarlas. Los logros académicos de las mujeres, sin embargo, no se traducen en significativas mejorías en las condiciones de su acceso al mercado de trabajo. Además, las mujeres todavía representan una baja proporción en el Congreso, las alcaldías y los puestos de mando en el Estado.

También se propuso reducir la mortalidad infantil desde 57 por 10 mil nacidos vivos en 1993, hasta 19 en 2015. En 2007 se estimó en 31, lo que representa un avance, en parte gracias a que se mantuvo elevada la cobertura de vacunas. Pero a ese ritmo, no se alcanzará la meta.

Otra de las metas fue reducir en tres cuartas partes la incidencia de muertes maternas.  Esta tampoco se logrará, a pesar de que en años recientes ha habido reducciones sensibles. En la actualidad, ésta es un 50% más elevada en el país que en el resto de la región, y eso se debe a la baja calidad de los servicios obstétricos y a un inadecuado control de embarazos.

Por último, la meta de detener y reducir la incidencia del VIH/SIDA se ha logrado; hoy es menos de la mitad de la observada en 1990. También, la cobertura de antirretrovirales es muy elevada. La incidencia de la malaria también se ha reducido, así como la de la tuberculosis, pero la de dengue se ha incrementado significativamente.

El balance no es bueno, pero acelerar el paso cambiando o profundizando políticas requiere, antes que todo, reconocer la realidad.

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