Taberna y otros lugares (3)

No puede afirmarse que con estos elementos Dalton aspire a construir una teoría del “grado cero de la escritura”, pero es innegable que el esquema guarda cierto parentesco, aunque casual y lejano, con la famosa obra de Barthes. Lo importante…

No puede afirmarse que con estos elementos Dalton aspire a construir una teoría del “grado cero de la escritura”, pero es innegable que el esquema guarda cierto parentesco, aunque casual y lejano, con la famosa obra de Barthes. Lo importante aquí es ver cómo se cumple en la práctica el esbozo teórico descrito. Si bien Taberna… constituye en este sentido el modelo perfecto, hay que recordar que la abundancia de términos fuertes, “impronunciables”, el predominio del concepto sobre la música y la imagen, etc., son rasgos típicos y definitorios de toda la obra de Dalton que hemos visto. Armijo señala, con razón, que “el efectismo de ‘Taberna… está en su conceptismo de nuevo cuño. Porque no obstante la presión y juego de su expresión poética, no hay un abandono a la música verbal del idioma, sino (…) una sabia, consciente estructura de frases y conceptos”. Ciertamente esta es la clave para entender el mecanismo de-golpeodeconciencia-incesante de la poesía de Dalton: su fuerza, su pegada. Sólo que en vez de “efectismo” debemos hablar en muchos casos de “virtuosismo”, verdadero virtuosismo técnico.

V

Ya en la parte final del libro encontramos la sección “La Historia”, subtitulada “Escrito en Praga, que incluye de ultimo al deslumbrante “poema-objeto” del que tanto se ha hablado: “Taberna y otros lugares” (supuesto conversatorio sostenido en la taberna U-Fleku, en Praga, donde el poeta se desempeñaba entre 1966 y 1967 como responsable de la “Revista Internacional”).

Sin necesidad de recurrir a mucho aparato crítico, tornan a revelarse aquí los varios matices de un erotismo que es a veces elegante y contenido a lo Alfonsina Storni, y a veces rabioso y descarnado a lo Manuel del Cabral, y que es también paliativo del instinto de soledad y desgarramiento interior del poeta (por aquello del “hueco dejado por la patria”). Así se aprecia en el poema “El ser social determina la conciencia social”:

Para colmo de males / ahora tú me niegas lo poco que me iba quedando/dices lógicamente “ahora no quiero”/pero es ahora cuando yo tengo frío/y advierto el hueco dejado por la patria/que antes me acariciaba en el pecho./Odio tu vestido celeste/tu ropa interior llena de trampas tirantes/todo lo que me oculta tus dulces nalguitas sonrojadas/tus pechos de piedra blanca/hechos para la boca de los niños adultos/tu vientre que es mi patio para jugar con soldaditos de plomo/a los ojos de un sol perfectamente inventado.

Manteniéndose fiel al mismo itinerario, el poeta reincide en el culto de motivos concernientes a su erudición blasfema que ahora aspira a construir teogonías, representando en el sacristán al demonio: Las campanas del otoño hacen difícil la primera nevada/como si el sacristán fuera el demonio/viejo muñeco de paja puesto a arder para siempre. (“El ser social determina la conciencia social”).

De inmediato se hace patente su manía por las alusiones culturales, como en aquella paráfrasis de los últimos versos de un soneto famoso de Quevedo. Lo que en el bardo español es sentimiento de esperanza indestructible cuando jura a la amada que sus restos “polvo serán, más polvo enamorado”, se transforma en la pluma y versión de Roque Dalton en sentimiento de total desazón respecto a las consecuencias del holocausto anunciado desde el título provocador: “Después de la bomba atómica”. También el poeta salvadoreño sabe que sus restos “polvo serán, más, polvo enamorado?”

Igualmente presente el gusto por los comics: especie de parámetro cultural que distancia al poeta de sus amantes checas (“Tú y tus amigos son personajes de Kafka, yo y mis sombras vivimos en el mundo de los comics”.) y que en ocasiones lo conduce a extrapolaciones filosóficas chispeantes e impredecibles: La tristeza da tos/y si te descuidas un poco, cariño,/la vida se te vuelve una jornada de Anita la huerfanita/un solo llanto entre gordos. (“El ser social determina la conciencia social”). Sin embargo, lo más notable de “La Historia” no es la simple fidelidad a los temas de su recorrido poético, sino al evidente proceso de agudización interior de conflictos ideológicos que anuncian ya la crisis final y el rechazo de la ortodoxia rampante, como en el poema “Revisionismo”:
No siempre,/porque,/por ejemplo,/en Macao,/el opio/es el opio del pueblo.

Esto no significa que en algún momento la poesía de Dalton se vea privada del matiz esperanzador implícito en su concepción de la vida, sino todo lo contrario. Es cierto que ahora al poeta le duele la conciencia en forma reiterada. Lo que en este caso equivale casi a decir que le remuerde la cabeza porque comprende “desde allá” (el socialismo), que no todo marcha sobre ruedas como auspiciaba -para decirlo con palabras de Brecht- la teoría del “Gran Orden”. Pero, al fin del cabo, lo importante para Dalton es el destino y la dirección históricos del dolor social de cabeza, tal y como explica en el taimado (marrullero, pérfido) y aparentemente ingenuo poema-disertación “Sobre dolores de cabeza”:
Es bello ser comunista,/aunque cause dolores de cabeza./Y es que el dolor de cabeza de los comunistas/se supone histórico, es decir/que no cede ante las tabletas analgésicas/sino sólo ante la realización del Paraíso en la tierra./Así es la cosa./Bajo el capitalismo nos duele la cabeza/y nos arrancan la cabeza./En la lucha por la revolución la cabeza es una bomba de retardo./En la construcción socialista/planificamos el dolor de cabeza/lo cual no le hace escasear, sino todo lo contrario./El comunismo será entre otras cosas,/Una aspirina del tamaño del sol.

A la sombra y molicie del trabajo burocrático, Roque Dalton advierte el peligro de terminar acomodándose a un fácil vaivén existencial, libre de preocupaciones. Teme a cada momento dejarse ganar por “esa suprema perfección del egoísmo que es la indiferencia”, como dijera Graham Greene en “Los comediantes”.
Su exquisita sensibilidad de poeta revolucionario le previene, le mantiene alerta y en ascuas. Así, hasta los colores de la primavera se le antojan “anfitriones de la duda”. No es casual que en “Primavera en Jevani” (y en obvia contraposición entre los placeres del país en que reside y las calamidades de la patria) concluya dando muestras de haber tomado plena conciencia del problema:
“Oswaldo Barreto y yo deberemos salir de estos lugares lo más pronto posible, so pena de ponernos a tener hijos rubios con Zdenas y Janas, y engordar a fuerza de grandes filetes y algodonosos melocotones y fresas con crema, hasta olvidar que alguien esta muriendo mal en nuestra vieja casa y ha preguntado por nosotros con perentoriedad.

¡Viva, esta primavera, sin embargo!”

El conjunto de datos reunidos hasta aquí explica y justifica sin mayor esfuerzo el carácter desmitificante -agriamente polémico- de “La Historia” y el socialismo real que era irreal.

Es que nunca como en “La Historia” resultan tan despiadadas y corrosivas la sátira y la burla, ni los rebotes de humor tan espectaculares. Lo paradójico del caso es que toda esta andanada de puro ingenio va dirigida contra una idea del mundo (o mejor contra las ilusiones de una idea del mundo), en la cual el poeta profundamente, sinceramente, o mejor, críticamente cree. La explicación de la aparente paradoja se encuentra en uno de los tantos momentos de ingeniosa-lucidez que tipifican la poesía se Dalton:

Alguien nos propone la dialéctica/y nosotros sólo escuchamos un pregón en favor de los laberintos/que nos pide olvidar los hilos salvadores de Ariadna./Nos propone el futuro y nosotros nos defendemos del futuro/como de un murciélago que nos azotase la cara./Y aunque no queremos ser personajes patéticos,/nos sentimos en la mañana viejos y enfermos. /Nuestros maestros son nuestros poetas: /‘Soy el hombre, nada me vencerá/si rompo la vieja vida metida en una pose’”. (“Los jóvenes”)

Es decir (y esto constituye la síntesis del credo de Roque Dalton): romper las poses, romper los esquemas, crear, inventar. ¡He aquí la dirección en que se mueve la crítica desangelada del poeta! Conciencia crítica es la de Dalton. Por eso no puede asimilar ni comprender los mitos. Los destruye:
Te cantaba entonces una canción mexicana / con ciertas alteraciones que te harían feliz / te aceptaría sin las bromas usuales / que Sholojov mereció el Premio Nobel / y que la poesía soviética tiene cruciales diferencias/ con el chewing gum.

Cualquiera que sea la situación, Dalton es el poeta que siempre se permite jugar, ironizar, incluso cometer traviesos sacrilegios contra enseñanzas estereotipadas o ya convertidas por el uso abusivo en lugares comunes: (“el ser social juega ping-pong con la conciencia/ de uno/ sobre todo en invierno”).

El eterno hereje que es Dalton suscita sin lugar a dudas las sospechas de doctos burócratas de cejas pobladas que no pueden tragar su actitud iconoclasta, irreverente, ni sus livianos juegos de palabras. El juego constituye, en efecto -juego sarcástico, demoledor-, un estímulo permanente del ingenio de Dalton, que en ocasiones puede volcarse contra sí mismo:

Ay es que soy funcionario/del Partido Comunista más chiquito del mundo/uno que trata de hacer su revolución sin miles de muertitos/porque se arruinarían las posibilidades de la agricultura nacional/con las tumbas. (“El ser social determina la conciencia social”).

Nota: Lamentablemente, desde el levantamiento de Farabundo Martí y el movimiento guerrillero que tomó su nombre, Frente Revolucionario Farabundo Martí, las tumbas del país que Dalton llamó el Pulgarcito de América superaron las cifras de cien mil, casi la quinta parte de la población.

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