Tifón fue superior a preparativos

Manila. El viernes por la noche, unas cinco horas después de que la tormenta pasara, unas 10,000 personas habían muerto arrastradas por las agitadas aguas del Océano Pacífico.

Manila. El viernes por la noche, unas cinco horas después de que la tormenta pasara, unas 10,000 personas habían muerto arrastradas por las agitadas aguas del Océano Pacífico.Horas antes de que el tifón Haiyan azotara las Filipinas, las autoridades habían evacuado a 800,000 personas para enviarlas a robustos refugios como iglesias, escuelas y edificios públicos. Pero las estructuras de ladrillos y cemento no resistieron los poderosísimos vientos y las marejadas que arrasaron con todo.

La tragedia de las Filipinas es otro recordatorio de que en ocasiones la furia de la naturaleza es tan intensa que puede rebasar hasta los preparativos más minuciosos. Si se combina con una serie de circunstancias desafortunadas, algunas provocadas por el hombre, el resultado es un desastre de proporciones épicas como el que sufre esta nación.

“En ocasiones, sin importar qué tan bien te prepares, el desastre es simplemente demasiado grande”, dijo Zhang Qiang, experto en mitigación de desastres en el Instituto de Desarrollo Social y Política Pública de la Universidad Normal de Beijing. Las autoridades filipinas creyeron que su respuesta había sido buena tras enviar a refugios de concreto en tierra firme a la gente que vivía en endebles casas a la orilla del mar. Pero no contaron con que las olas generadas por la tormenta alcanzarían seis metros (20 pies) de altura y arrasarían Tacloban, la capital de la provincia de Leyte, que es una isla. “Estuve hablando con gente de Tacloban”, dijo Rene Alemendras, asesora del presidente. “Dijeron: ‘estábamos preparados para el viento, pero no para el agua’’’.

“Alguien dijo en broma que deberíamos habernos preparado al 101%. Hicimos lo mejor que pudimos para advertir a todos… pero simplemente fue abrumador, en especial las marejadas. Realmente estuvo muy poderoso”, dijo.

Además de quienes murieron en refugios, muchas de las víctimas se quedaron en sus casas, ya fuera por miedo a abandonar sus pertenencias al alcance de los saqueadores o porque subestimaron el peligro.

Si bien las marejadas fueron mortales, los primeros daños fueron causados por los vientos que azotaron a 235 kilómetros por hora (147 millas por hora), los cuales en ocasiones se elevaron a rachas de 275 kph (170 mph), aullando como motores de avión.

El teniente coronel Fermin Carangan, comandante de la Fuerza Aérea en Leyte, dijo que estaba en su base en Tacloban, preparándose para la tormenta junto con sus hombres, cuando aparecieron el agua y el viento.

“Eran las 7.30 de la mañana. La lluvia y el viento eran muy fuertes y el agua subió de nivel rápidamente, sin ceder. No teníamos tiempo de movernos a otra parte, así que unos 10 nos trepamos hacia arriba en el cuarto”, dijo.

“Entonces (la tormenta) comenzó a llevarse el techo. Uno a uno quedamos expuestos a la lluvia y nos sostuvimos de las vigas de madera del techo. Luego las paredes del edificio comenzaron a desplomarse y empezamos a caernos al agua. Nos hablábamos a gritos pero el agua nos separó a todos”, dijo Carangan.

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