Tropas criollas en tierras ajenas: ¡jamás!

Uno de los capítulos más oscuros de la historia democrática dominicana lo constituye la decisión del ex presidente Hipólito…

Uno de los capítulos más oscuros de la historia democrática dominicana lo constituye la decisión del ex presidente Hipólito Mejía de enviar más de 600 soldados dominicanos a una guerra injusta, la de Estados Unidos contra Irak, en el Suroeste de Asia.

Pese a sus graves implicaciones, esa nefasta decisión nunca ha sido seriamente estudiada, y aún se desconocen los verdaderos motivos que llevaron al ex gobernante a ejecutarla.

De aquella época sólo se recuerda la integridad y la honestidad política del canciller Hugo Tolentino Dipp, que honrosamente renunció a su puesto, en consonancia con su historia de repudio al intervencionismo (sufrió en carne propia la norteamericana contra el país en 1965), constitucionalista y académico, ex rector de la UASD y presidente de la Cámara de Diputados.

Y fue que  la presencia dominicana en Irak se hizo a sus espaldas, contrariando la primera versión de la política oficial que era la no intervención en los asuntos de otros países, y sobre esa base, que la posición dominicana se cimentara en los principios de la Organización de las Naciones Unidas, que el bárbaro presidente norteamericano de entonces, George Bush, se llevó de encuentro con argumentos falaces.

Ahora, el ex secretario de las Fuerzas Armadas dominicanas, general José Miguel Soto Jiménez, reconoce que la participación dominicana en Irak fue una decisión exclusiva de Mejía, y que en forma alguna podía oponerse. El ex militar termina justificando el envío de soldados dominicanos con el argumento de la “obediencia debida”, criterio muy cuestionable si la instrucción contraviene principios fundamentales.

El momento es oportuno para entender que esa aventura, que dejó muchísimos traumas entre los enviados a Irak, y que dañó tanto la imagen del país,  no se debe repetir.

La amistad y la solidaridad con una Nación no puede servir para dejarse instrumentalizar y mucho menos para servir a propósitos atentatorios a la paz.

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