Apocos días de las elecciones presidenciales y de diputados y diputadas en el exterior, es fundamental que los actores políticos se comprometan a contribuir para que estos comicios se desarrollen en un clima de paz y de respeto a la voluntad popular expresada en las urnas. Esto lo decimos porque hasta el momento existen algunas preocupaciones que deben ser despejadas.
La primera de ellas tiene que ver con los lamentables incidentes violentos que han costado la vida a dos personas. Esperemos que estas víctimas no queden como muertos de campaña que se olvidan pasado el proceso electoral. En estos casos debe haber justicia. Ahora bien, urge que los partidos políticos tomen medidas dirigidas a reducir los riesgos de violencia en esta última fase de la campaña. Una de estas medidas tiene que ver con evitar el discurso tan fuera de tono que se ha estado utilizando.
Se requiere además, que la clase política tenga la madurez necesaria para reconocer que en una competencia electoral, propia de un sistema democrático, se va a ganar o a perder. Los partidos y sus candidatos deben estar en capacidad de aceptar con humildad su triunfo o reconocer el triunfo del contrincante sin que esto genere un trauma electoral. Esto sería una muestra de que la democracia dominicana avanza.
Lo anterior será posible si se genera la confianza necesaria en la diafanidad del proceso electoral. Para ello se requiere enfrentar con firmeza las prácticas ilegales de distribución masiva de dinero y de compra y venta de cédulas unos días antes de las elecciones. Aunque esta actividad pueda que no tenga impacto en los resultados finales de las elecciones, constituye un claro delito electoral y podría generar enfrentamientos violentos entre los activistas políticos.
Por otro lado, corresponde a la ciudadanía participar con el civismo que le ha caracterizado durante las últimas elecciones. Esta debe ser una participación activa y responsable, sin la influencia del vergonzoso clientelismo político tan generalizado en el país. El ejercicio del voto debe estar determinado por la convicción de que una oferta electoral es mejor que la otra, porque tiene mejores propuestas para solucionar los principales problemas del país.
Pero sin dudas, un aspecto muy relevante, lo constituye el compromiso que debe asumir la JCE de organizar el proceso electoral con absoluta transparencia e imparcialidad, de manera que cualquiera sea el resultado, la decisión final del órgano electoral sea respetada por los distintos actores. En caso contrario, que se utilicen los canales institucionales para impugnar esta decisión.
