Una extraña primavera árabe

Justo cuando en los Estados Unidos y en gran parte del mundo se conmemoraba tristemente el décimo primer aniversario de los atentados terroristas…

Justo cuando en los Estados Unidos y en gran parte del mundo se conmemoraba tristemente el décimo primer aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 contra las torres gemelas en Nueva York, en Libia, antiguo bastión de Muanmar Gadafi, específicamente en Bengasi, una importante ciudad a orillas del mar mediterráneo, la sede del consulado americano era atacada salvajemente y los integrantes de la legación consular, presas del terror y entre bombazos, disparos y un humo asfixiante, trataban de huir para salvar sus vidas, mientras los pocos guardias de seguridad repelían a duras penas el ataque.

Este panorama que acabo de describir, y que es el resultado de protestas islámicas por la exhibición de una película en la que se ridiculiza a Mahoma, cabe en un párrafo, sin embargo, los pormenores vivenciales y las emociones de terror, angustia y miedo producidas por la mala fortuna de estar en ese lugar en los momentos en que la multitud desataba su furia contra la infraestructura de la legación, estoy seguro que, para los que vivieron la experiencia, no cabría en estantes enteros de cualquier enorme biblioteca.

Esos ataques a la sede consular dieron al traste con la vida del embajador americano en ese país Christopher Stevens, quien al parecer había ido allí a tratar de rescatar a personal del consulado y quien, paradójicamente, estuvo al lado de los rebeldes libios en todo el proceso de la “primavera árabe” que terminó en la captura y muerte del otrora presidente de ese país, Muanmar Gadafi.

Al parecer, las personas a las que ayudó en algún momento a obtener el poder no fueron capaces de proteger ni su vida ni la de tres estadounidenses más que allí perecieron.

Y es que, aun cuando se le impute a huestes islámicas enardecidas la muerte del embajador Stevens, nada libra al Estado de la responsabilidad establecida en el artículo 59 de la Convención de Viena de 1963 sobre Relaciones Consulares y en el artículo 22 de la Convención de Viena de 1961 sobre Relaciones Diplomáticas, de proteger los locales consulares, lo que, por las declaraciones posteriores al suceso, rendidas por el ministro de defensa del gobierno “primaveral” libio, puede percibirse que dicha obligación no fue cubierta de forma apropiada pues señaló: “… se ordenó que los soldados no se acercaran al consulado para evitar una intensificación del conflicto”.

Por otro lado, algo atrae mi atención. Después que se inician estas protestas en Libia, también comienzan en Egipto, Yemen, Túnez, Iraq, Afganistán y en menor intensidad, en Irán, Sudan y Marruecos. Ustedes de seguro perciben lo que yo. Pues es que curiosamente estos países, con la excepción de Irán, son, algunos, precisamente los protagonistas principales de la famosa “primavera árabe” que buscaba, con el apoyo manifiesto de occidente, derrocar los regímenes enquistados en el poder e instaurar la democracia occidental como panacea social, política y cultural que le aseguraría desarrollo, justicia y equidad, y otros, como Afganistán e Iraq, tienen una historia reciente de ocupación norteamericana en su laureada lucha contra el terrorismo.

Por tanto, -y disculpen mi cáustico idealismo- esto no debería estar sucediendo. A menos que estemos asistiendo entonces, a la profundización de un proceso involutivo en las simpatías de esos países con occidente y específicamente con Estados Unidos, país que, según dicen, les ha ayudado a librarse de sus tiranos y opresores. Parecería que la primavera árabe se ha ensañado ahora contra los intereses de Estados Unidos en la zona.

Aun siendo así, estos hechos denotan además, por un lado, la incapacidad de los gobiernos que han asumido el poder en estos países, independientemente del método utilizado, de mantener la seguridad ciudadana y de proteger los intereses extranjeros en misión diplomática y consular en su suelo; en segundo lugar, muestra la escalada de irracionalidad fundamentalista que ha tenido lugar en esos países “liberados” parapetada detrás del manto de la religión y los dogmas y, por último, esto es señal inequívoca de los crecientes niveles de atomización grupal y de sectarismo religioso, económico y político imperante en la zona, que es el resultado de la famosa “primavera” y que en un futuro podría enfrentar aun más a occidente y medio oriente y ensanchar el insondable océano de diferencias entre cristianos y musulmanes.

Por lo pronto, estos hechos han dado la oportunidad a Obama de mostrar una actitud sosegada pero firme y en cierto modo, hasta protectora, lo que, acercándose al último tramo de la campaña electoral por la presidencia en su país, le ha redituado unos puntos por encima de su rival Romney en todas las encuestas. l

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