La presencia del esclavo acompañó, desde las primeras etapas de la colonización española, la conformación de la sociedad insular. Sin embargo, es el surgimiento de la plantación lo que confiere a la colonia su perfil definitivo. El ingenio y el cafetal, formas prototípicas de la agricultura comercial, constituyen eslabones de un proceso de colonización que a diferencia de otros modos de poblamiento, fija contingentes demográficos relativamente cuantiosos en los reducidos límites de una finca de mediana extensión. Comparados con las haciendas tradicionales –hatos y corrales para el ganado- o el sitio de labor campesino predominantes en la fase inicial del arribo europeo, los nuevos fundos sostienen una densidad de habitantes que lo singulariza en el medio agrario de la colonia. Hacia principios del siglo XIX, este patrón de asentamiento se ha convertido en el eje que dinamiza la evolución económica y social del occidente de la isla.

[1] Esta es la quinta entrega del libro “El rumor de Haití en Cuba: Temor, raza y rebeldía, 1789-1844. En esta oportunidad vamos a trabajar y a aprender con el interesante ensayo de la historiadora Gloria García que lleva por título “Vertebrando la resistencia: la lucha de los negros contra el sistema esclavista, 1790-1845”. Que aborda, como bien lo indica su título, el tema de la esclavitud y sus rebeliones.

Este es un tema que hemos abordado en otros artículos, pero nunca, o casi nunca, nos hemos referido al caso cubano. Lo mismo ocurre con el tema de las plantaciones. Durante varios meses nos dedicamos a exponer los diferentes enfoques sobre el tema, pero no se tocó el caso cubano.

La tesis de Gloria García es que el sistema de plantaciones no fue igual en toda Cuba. Tomando como base un inventario fiscal de 1800, asegura que para esa fecha el 40% de los 213 ingenios computados poseía dotaciones de esclavos y empleados libres que vivían en viviendas relativamente adecuadas. Los esclavos, sin embargo, que eran los predominantes en estas plantaciones, vivían en contingentes que podían llegar hasta 300 esclavos. En sus palabras: “Si se tiene en cuenta que, para esa fecha, la cifra total de ingenios instalados en la mitad occidental de la isla sobrepasaba los cuatrocientos, podrá apreciarse el impacto social de esta colonización forzada. En no pocas ocasiones, el ingenio compite ventajosamente con el pueblo cercano que no iguala en número de habitantes ni en recursos. (…) la hacienda azucarera y la cafetalera traslada a su entorno geográfico la estructura sociodemográfica que le es peculiar una pequeña célula de personas libres inserta en una gran masa esclavizada”.

[2] La pregunta que se impone es: ¿cuál es la especificidad de la plantación cubana como forma de explotación agraria? La profesora García se responde diciendo que la plantación como institución social reordena las comunidades de su entorno, remodelándolas o asimilándolas “como segmentos de sus mecanismos funcionales. Y cuando atrae pobladores libres para la ejecución de tareas económicas o de dirección, no hace sino someterlos a sus normas y principios jerárquicos. Una zona de plantaciones es un microcosmos entrecruzado por multitud de lazos que unen sus partes, ninguno de los cuales sería legítimo analizar aisladamente”.

[3] Posteriormente se refiere a lo que García denomina “zona incontaminada por la plantación”. Asegura que la parte de la isla que no fue subsumida por la lógica de la plantación, específicamente en los años 20 y 30 del siglo XIX, fueron: la actual provincia de La Habana y la parte oriental de Pinar del Río.
Los esclavos vivían en las fincas esencialmente azucareras. Cerca del 68% de ellos habitaban asentamientos azucareros. Afirma que estos focos demográficos presentaban una doble estructura de naturaleza social y económica. Se articulaban, por un lado, como centro económico, y por el otro, se generaban vínculos sociales que generaban un entramado social “inclusivo de múltiples enlaces interpersonales y muy variadas actividades.”

[4] Sus conclusiones están basadas en el enjundioso e icónico libro de Manuel Moreno Fraginals, El Ingenio: el complejo social cubano del azúcar”, una monumental obra escrita en dos tomos.
El trabajo de la profesora García continúa haciendo una reflexión antropológica sobre las relaciones sociales entre los esclavos y sus supervisores. Los principales conflictos que se producían eran más que nada entre los esclavos y sus contramayorales, no como uno podría pensar, que era entre los amos y los esclavos; o entre las diferentes tribus. “Por estas razones, la remoción de un contramayoral inquietaba siempre porque alteraba el equilibrio de fuerzas en el seno de la plantación”.

[5] Estas contradicciones se vieron reflejadas en protestas, pues los esclavos se sentían víctimas del trato desigual y sobre todo discriminatorio. Este rechazo se manifestó primero en las milicias de color, que agrupaba a los mulatos y negros más emprendedores y que habían ascendido en la escala social. Ahí nacieron las revueltas. Las más significativas se produjeron extrañamente en las regiones donde las poblaciones esclavas no tenían el peso de occidente. A partir de entonces la profesora inicia el relato de los principales conflictos. Pero el espacio se agotó y no podemos dar los detalles.

Este libro, con estos ensayos bien documentados y enjundiosos nos presentan perspectivas nuevas de la Revolución Haitiana, pero sobre todo cómo influyó económica, social y políticamente la vida de la colonia española en la isla de Cuba. Nos vemos en la próxima.
______________________________________
[1] Gloria García, “Vertebrando la
resistencia: la lucha de los negros contra el sistema esclavista. 1790-1845 y esclavitud”, en El Rumor de Haití en Cuba: temor, raza y rebeldía, 1789-1844, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2004, p.234
[2] Ibidem, p. 234.
[3] Ibidem, p. 234-235
[4] Ibidem, p. 236
[5] Ibidem, p. 244.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas