El 28 de febrero de 1959 con apenas 24 años de edad, contraje en Jarabacoa matrimonio canónico con mi única Esperanza, que en ese mismo mes cumpliría esa misma edad, de manera tal que el próximo mes de febrero del año 2019 cumpliremos 60 años de feliz unión matrimonial y aunque podrían haber surgido pequeñas diferencias todas quedaron solucionadas con el diálogo sincero y profundo entre los esposos.

Durante ese largo tiempo ni nuestros padres ni ningún otro familiar asumieron ninguna posición en cuanto a nuestras excelentes relaciones.

Es por ello que leyendo algunos documentos concernientes a la relación entre esposos, encontré un interesante razonamiento titulado con el tema en que se relaciona este artículo, que por su extraordinaria importancia me complace incluir a continuación:

El hombre y la mujer constituyen la humanidad unida por el amor en el matrimonio, gustando el delicado sabor de la procreación de la familia, los hijos.

La vida conyugal es función mutua en donde la armonía debe ser espontánea y en donde se quiebran las dificultades, indiferencias y obstáculos y se enaltece la gratitud de amarse.

Las leyes de la moral conyugal son las mismas que la de un amor que quiere alcanzar sus más altos fines.

El amor no es un instinto sino un arte, el arte más bonito de la vida en donde quedan superadas las indiferencias y las incomprensiones, donde prevalece el diálogo y se aniquilan los egoísmos, cada uno es una persona humana con características diferentes con condiciones desiguales las cuales deben acoplarse en franco razonamiento: O mujer compañera tierna y amante surco fértil de la vida!

Matrimonio feliz procreaste los hijos tienen 1, 2, 3, o 4, sublimaste la vida eres madre o padre, encuentra en tus hijos la ternura tibia, el empleo suave y dulce de sus riquezas afectivas.
La primera necesidad en el matrimonio es la de saber amar, perdonar y comprender las imperfecciones y las flaquezas humanas.

La voluntad de dos seres felices constituyó la vida y se procreó la familia, cada uno lleva la satisfacción progénita de haber construido un vástago, de haber prolongado a un más la vida, con respeto, con dignidad, con lealtad, con delicadeza, con armonía y con riqueza del espacio y el tiempo.

Padres e hijos deben encontrar en una misma persona la esposa y la madre que ellos reivindican con igual exclusivismo.

El matrimonio es uno de los más importantes Sacramentos de la Vida Cristiana, en el que los contrayentes se convierten en testigos absolutos de este Santo Sacramento.

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