El presidente Danilo Medina visitó Haití. Se reunió con el presidente en funciones de la hermana república, Jocelerme Privert. Fue una muestra de solidaridad de nuestro pueblo a raíz de los daños causados por el huracán Matthew, que también nos afectó y el gobierno cumplió con los desplazados. Y además de aliento, dará ayuda material. Es un noble gesto de nuestro jefe de Estado y otra prueba de cómo nos comportamos cada vez que en Haití ocurre un hecho lamentable.

La comunidad internacional también se ha hecho presente. Y, como casi siempre, de manera coyuntural, pues aparece cuando suceden en Haití huracanes, tormentas y terremotos. Y allí lo que se requiere es un apoyo constante, serio, que logre que Haití salga de la pobreza. Pienso que la solución es el fideicomiso.
Hace años la OEA favoreció un fideicomiso para administrar la colaboración internacional que recibiría Haití luego del terrible terremoto del año 2010. Reunidos en Canadá se comprometieron a entregar en los siguientes años más de 10,000 millones de dólares. No se cumplió.

También hubo decenas de reuniones por aquí, por allá, promesas, fotos, cónclaves, viajes…, todo combinado con otras actuaciones como cenas de gala en hoteles de lujo para anunciar pequeñas donaciones, maratones, presentaciones artísticas, creación de ONG al vapor… La hipocresía es-tuvo de fiesta, sólo opacada por los negocios que hicieron algunos a costa de la miseria de Haití.

El tema del fideicomiso debe colocarse nueva vez sobre la mesa con la importancia que amerita, siendo la ONU el escenario ideal. Consistiría en que toda asistencia, donación, cooperación, etc. que la comunidad internacional (fideicomitentes) otorgue a Haití, serían administradas por personas jurídicas (fiduciarios) elegidas por la misma comunidad internacional, todo a favor de del pueblo haitiano (fideicomisario o beneficiario).

Como los líderes haitianos han fallado hasta respirando, este fideicomiso traspasaría lo económico y abarcaría lo político y lo institucional. Me refiero a un fideicomiso quizás atípico, que sea el responsable de gobernar Haití en todos los sentidos.

Sus miembros serían los responsables de dirigir al Estado haitiano, de manejar la economía, de elegir a los jueces, de controlar la seguridad, de nombrar a los funcionarios nacionales y locales, de definir la política exterior, de crear las condiciones para que dentro de varios años los haitianos estén preparados para dirigir su propio destino.

Este fideicomiso, considero, es la mejor solución que existe para que Haití inicie a gatear en el mundo moderno y para que en un futuro recorra sus primeros pasos como nación ya mínimamente
organizada.

Mientras tanto los dominicanos, con su presidente a la cabeza, estamos allá, con nuestra mano amiga, la que algunos todavía no valoran.

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