El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, inciensa la reliquia.

El pasado viernes regresó a Jerusalén, mil cuatrocientos años después, una reliquia de la Santa Cuna del Niño Jesús que se conservaba en la basílica romana de Santa María la Mayor y ha sido donada a la Custodia de Tierra Santa por el Papa Francisco. Es de madera y del tamaño de un pulgar, y en el año 640 había sido regalada por San Sofronio, patriarca de Jerusalén, al Papa Teodoro I para ponerla a salvo de la invasión mahometana.

La reliquia fue recibida en primer lugar en la capilla de Nuestra Señora de la Paz del complejo de Notre Dame en Jerusalén, con una misa matutina que concelebraron, entre otros sacerdotes, monseñor Leopoldo Girelli, nuncio en Israel y delegado apostólico en Jerusalén y Palestina, fray Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, y el padre Juan Solana, director del Centro Notre Dame.

“La reliquia de madera dirige nuestra mirada al Calvario, marcando la unidad entre el misterio pascual y la Navidad.  La intromisión del amor de Dios en la historia de los hombres pasa por la madera, que se presenta como madera de la cruz y como madera del pesebre”, dijo monseñor Girelli durante la homilía.  Al final de la misa, los cristianos locales y los peregrinos pudieron venerar la reliquia.

Por la tarde, los frailes franciscanos llegaron al Centro Notre Dame para la ceremonia de entrega. El nuncio ensalzó allí “un fragmento embellecido: acariciado por las tiernas manos de María, por las callosas de José y rozado por las minúsculas manos del recién nacido divino“: “Que el regreso a Belén de esta madera sagrada suscite en nosotros el deseo profundo de ser portadores de Dios. Ahora nuestro corazón debe ser el pesebre: cuna sagrada de Dios hecho hombre”.

Al hacerse cargo de la reliquia, fray Patton recordó que ese trozo de madera hace presente “el misterio de la Encarnación, tan querido por San Francisco y fundamento y modelo de nuestra propia vocación”. Y transmitió un mensaje al nuncio Girelli para hacer llegar al Papa: “Le aseguro que no nos limitaremos a custodiar esta reliquia, sino que intentaremos que represente a la Iglesia en marcha y que lleve la alegría del Evangelio, peregrinando entre las distintas comunidades cristianas de Tierra Santa para reavivar la fe en Jesucristo”.

Luego la reliquia fue llevada en procesión a la iglesia de San Salvador, dentro del convento franciscano homónimo.  En la iglesia, tras la incensación de la reliquia, se rezó con el canto que se realiza en el pesebre durante la procesión diaria que tiene lugar en la basílica de la Natividad de Belén. Siguieron las Vísperas solemnes de la fiesta de todos los santos del orden seráfico que celebraba ese día la orden, y que marcaron el final de la celebración de la entrega de la reliquia.

Este sábado fue trasladada a Belén para que, en el inicio del Adviento, los fieles y peregrinos puedan venerar la cuna en la iglesia franciscana de Santa Catalina, ubicada al lado de la iglesia de la Natividad.

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