Cuando se producen cambios políticos en los países de nuestro entorno, es tradición hacer cambios en las estructuras del Estado, pero casi siempre se limitan al personal, a formas de gestión y de los colores representativos de la organización partidaria que asume.
Por lo general, los cambios profundos que requieren las instituciones que conforman la cosa pública, no se producen en la medida que se espera y los nuevos rostros usualmente ejecutan las mismas acciones, sin importar hasta qué punto se perjudica o beneficia a la nación.

Esta vez, con el ascenso al poder del Partido Revolucionario Moderno (PRM), la gente espera que los cambios sean reales, profundos e institucionales, en las agencias centralizadas y descentralizadas del Gobierno, para que se pueda enviar una señal positiva al sector privado, a los políticos y a la población.

Hasta el momento, las acciones del presidente Luis Abinader parece que se encaminan por ese sendero con la eliminación de agencias que abultaban la nómina oficial con muy pocos beneficios para el país. El estado debe ser más ahorrativo controlando el despilfarro de los dineros obtenidos a fuerza de sacrificar a los sectores que generan riquezas.

Es preciso pues, disminuir la vagancia de amigos y compañeros para dedicar un tiempo a levantar la economía, la credibilidad, la seguridad, la inversión y dar un respiro cierto a los ciudadanos que producen y aportan al Estado con sus tributos.

Loa poderes Legislativo y Judicial tienen el compromiso aportar para en conjunto con el Ejecutivo, doten a la nación de los instrumentos sociales necesarios para cambiar la percepción de país de corruptos y dar el ejemplo de gente trabajadora, anfitriona, segura y confiable.

Todos queremos un mejor país y ha llegado el momento de comenzar a sembrar en terreno fértil para en el mediano y largo plazo cosechar los frutos que solo el trabajo honrado, la dedicación y el amor a la patria pueden producir. Es tiempo de actuar.

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