La Biblia nos narra en el capítulo 6 del libro de Josué que las puertas de Jericó estaban cerradas y bien aseguradas por temor a los israelitas, por lo que nadie podía entrar ni salir. Pero el Señor le dijo a Josué: «¡Mira, yo he entregado en tus manos a Jericó, y a su rey con sus guerreros! Tú y tus soldados marcharán alrededor de la ciudad durante seis días. Siete sacerdotes llevarán siete trompetas hechas de cuernos de carneros, y marcharán frente al arca, y al séptimo día ustedes darán siete vueltas alrededor de la ciudad, mientras los sacerdotes tocan las trompetas, y cuando todos escuchen el toque de guerra, todo el pueblo deberá gritar en voz alta, y entonces los muros de la ciudad se derrumbarán, y cada uno entrará sin impedimento», narrativa que está entre las más conocidas de la Biblia, pero al mismo tiempo está entre las más discutidas.

Comencemos por preguntar ¿si es posible que el sonido de 7 trompetas hechas de cuernos de carnero, más los gritos de todo el pueblo, pudieran lograr derribar los gruesos muros de piedras y ladrillos que rodeaban a la ciudad de Jericó, situada a unos 30 kilómetros al este de Jerusalén, a 7 Km al oeste del río Jordán, y a 10 Km al norte del mar Muerto?, y la respuesta sería que no es posible, ya que investigaciones arqueológicas han demostrado que los muros de Jericó eran una sólida estructura compuesta por un muro de piedra, de 5 metros de altura, sobre el cual se levantó una muralla de ladrillos, de 4 metros de altura y 1.5 metros de ancho, por detrás de la cual se colocó un murallón de tierra para soporte complementario, siendo imposible que el sonido de 7 trompetas caseras pudiera derribar esa tremenda fortificación construida para protección de los canaanitas contra cualquier ataque de los israelitas.

Sin embargo, una de las conclusiones más importantes obtenidas a partir de diferentes campañas de exploración arqueológica en los remanentes de los muros de Jericó fue encontrar múltiples ladrillos posicionados en la base exterior del muro principal, lo que sugiere un repentino desmoronamiento hacia afuera de los muros de protección fruto de un fuerte evento sísmico que estremeció el suelo y amplificó sus fuerzas en las áreas de suelo blando.

Pero para analizar la posibilidad de un colapso sísmico de los muros de Jericó comencemos con analizar el terremoto del Golán, ocurrido el sábado 18 de enero del año 749 de nuestra era, el cual tuvo una magnitud cercana a M6.5, y provocó graves daños en todo el antiguo califato Omeya, que incluía lo que hoy son los estados de Israel, Líbano y Jordania, terremoto que es mencionado como Ra’ash Shvi’it (ruido del séptimo), porque todos los terremotos generan un fuerte ruido, y como ese terremoto ocurrió un día sábado, podría referirse al hecho de que el sábado era el séptimo día de la semana judía, lo cual es coincidente con “el ruido que el séptimo día destruyó los muros de la ciudad de Jericó”, ciudad ubicada exactamente sobre una falla sísmicamente activa que se extiende por más de 6,000 kilómetros a todo lo largo del valle del río Jordán, desde el borde oriental del mar Mediterráneo hasta el estrecho ramal nororiental del mar Rojo que crea una separación entre la península del Sinaí y Arabia Saudita, falla que es responsable de los principales terremotos ocurridos en esa extensa zona.

Analicemos también el terremoto de Jericó, ocurrido el 11 de julio de 1927, el cual ha sido considerado como el terremoto más potente y destructivo que afectó a la zona de Palestina durante el siglo XX, y cuyo epicentro estuvo ubicado en la zona norte del mar Muerto, cerca de Jericó, por lo que las ciudades de Jericó, Jerusalén, Ramala, Tiberíades y Nablus fueron tan gravemente afectadas que se produjeron cerca de 300 muertes.

Pero si bien es cierto que alrededor de la ciudad de Jericó están los remanentes de una antigua muralla fortificada que colapsó súbitamente por una ruidosa sacudida sísmica, no menos cierto es que hasta ahora no hay consenso en cuanto a la época en que esas murallas fueron construidas y la época en que se produjo su repentino colapso sísmico, pues algunos estudios arqueológicos sugieren que estas murallas datan del año 2300 antes de Cristo, es decir, unos mil años antes de la época de Josué (1240-1200 antes de Cristo), ya que la época de Josué es coincidente con la época del Éxodo del pueblo hebreo hacia Israel, aunque se considera que esos muros fueron reconstruidos varias veces durante el tercer milenio antes de Cristo (Bronce antiguo), pero como se estima que el libro de Josué fue escrito 800 años después de los hechos narrados, es natural que la narración se fuera deformando de generación en generación hasta mezclar el ruido de un terremoto, el ruido de trompetas y el colapso de los muros de Jericó.

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