Entre el catálogo de características comunes a los dominicanos, no aparece la cortesía. Al igual que el agradecimiento, parecen ser flores exóticas que florecen en muy escasos jardines. La expresión de que “el dominicano no sabe hacer fila”, no es más que le fascina violentar reglas y tratar de aprovecharse de sus “habilidades” de tigueraje, afectando a otros.

La acción cortés es una decisión personal que denota educación en el hogar y refuerzo en la escuela. El diccionario la define como “Demostración, acto o cosa con que se manifiesta amabilidad y buena educación”. Lo que otros pueblos tienen como cultura positiva, el criollo lo asume como “debilidad”.

Tengo la teoría, sin rigor científico, de que los pueblos muestran su esencia, en la forma como conducen vehículos. El nuestro, en dinámica expresión de su siquis, muestra su agresividad y menosprecio del orden, normas y reglas y da espacio a “lo que me da la gana” y “si no me ven, lo hago” aunque el 911 tenga cámaras hasta en las alcantarillas. El motorista es quizás el mejor exponente de esa fauna motriz dominicana, con su afán de “yo primero” y “por ahí voy” aunque lo “aperruchen, ma pa’lante”. Capaz de violar hasta las leyes naturales, encabeza todas las estadísticas negativas con su estúpida temeridad suicida.

El tránsito criollo carece del elemento cortesía y los conductores prefieren retrasar su desplazamiento y entaponar, a permitir que “el otro” pase primero, aunque esa acción le perjudique. Primero muerto que cortés, parece señalar la conducta generalizada. Por lo general, los conductores de guaguas y voladoras, eligen “embestir” con los “cuernos ” de tubos con que van acorazados, en una “bestial” demostración de superioridad física y desprecio ciudadano. Manejar a la defensiva resulta un ejercicio constante de supervivencia, ocasionando una tensión acumulable, con la que ud. suelta una palabrota al primero que le diga, “buenos días”. Curioso resulta que quien más demanda de cortesía, es quien menos la práctica: la mujer que conduce. Mientras más jóvenes más agresivas al manejar.

Los varones dan rienda suelta a sus descargas hormonales, con excesos de velocidad, en oportunidades, con resultados fatales. En ocasiones la poco común cortesía, resulta peligrosa: cuando ud deja que un peatón pase, usualmente un desaprensivo motorista lo pone a correr y con suerte se libra de salir con daños permanentes. Obsérvese como se complica un tapón, cuando los conductores buscan pasar a como de lugar, poniendo vidas en riesgo y el Amet, si aparece, los favorece dándoles paso, en lugar de “multar en serie”. Una buena práctica es la de contar los actos de cortesía que ud es capaz de “cometer” al día. Atrévase a medirse. Ayuda al tránsito, aunque va en contra de la naturaleza criolla y por lo tanto poca esperanzas hay de que mejore.

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