En la presente campaña electoral resulta obvio que algunas ofertas de cambio no parecen transitar por una vía segura y rápida hacia el futuro. Ha faltado en el discurso la pregunta clave, porque no basta hablar de cambio si no viene acompañado del modelo que lo haría posible. Para darnos una idea, por ejemplo, de a qué país queremos parecernos.

Tal vez pueda servirnos de referencia el libro de Lewis Carroll, “Alicia en el país de las maravillas”. Cuando Alicia se encuentra con el gato de Cheshire mantiene más o menos la siguiente conversación. “¿Me podéis indicar hacia dónde tengo que ir?”, le pregunta al gato. “Depende de adonde quieras llegar”, le responde. ”A mí no me importa demasiado”. “En ese caso”, le dice el gato, “da igual a donde vayas”. “Siempre que llegue a alguna parte”, le dice Alicia, a lo cual agrega el gato: “¡Oh!, siempre llegarás a alguna parte si caminas lo bastante”, porque al final si no se sabe a dónde se va, poco importa el camino y la distancia que se alcance, se trate de un individuo, una empresa o una nación.

La moraleja es conocida para quienes leyeron en sus años de estudiante esa historia contenida en un clásico de la literatura universal. El país debe decidir hacia dónde quiere ir para no quedarse a mitad del trayecto; a quién parecerse, si a nuestro entorno geográfico o a países exitosos que han alcanzado un nivel de desarrollo y prosperidad para sus pueblos.

No es discutir uno que otro pacto, sea eléctrico o fiscal, sino tomar la decisión que enrumbe a la República por el camino apropiado y hacerlo de forma conjunta, sector público y sector privado, tomando decisiones a tiempo, evitando así las desviaciones y las pérdidas de tiempo en discusiones que no llegan a nada y manchan de obstáculos el sendero. A fin de cuentas el éxito consiste en llegar al lugar que uno se ha propuesto, sea Bonao, Santiago o Puerto Plata. Por simple que parezca.

Posted in Edición Impresa, La columna de Miguel Guerrero, Opiniones

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas