Ángela considera que ser escritor en este país es ser testigo activo, pues cree que el narrador no está llamado a ser solo un contador de historias, sino que debe encontrar un espacio en su voz para visibilizar los silencios, a su ritmo y con estilo propio, pero intencionar sus textos para resignificar y replantear la mirada que tenemos sobre nuestro presente y nuestro pasado. “Lejos de vestirse de ínfulas intelectuales, en países donde la cultura está en deconstrucción, toca que nos arremanguemos las mangas y salgamos a poner nuestra voz donde pueda generar eco y transformación”, subrayó la escritora. Consideró que todavía hay un camino por recorrer, pero el simple acto de escribir ya es, en sí mismo, una forma de incidencia, una manera de dejar constancia.
Su mundo profesional ha estado vinculado a las finanzas, ¿cómo es que se involucra en la literatura y la gestión cultural? ¿Cuál fue el reto más difícil en esta transición?
El paso no fue un salto, fue más bien una mutación. No dejé el mundo financiero para entrar al literario: los mundos conviven en mí. Creo que el reto más difícil, además del equilibrio de los tiempos y el miedo al juicio, fue la validación. Aceptar que podía ser muchas cosas a la vez: profesional, madre, y también escritora sin renunciar a nada. Renunciar más bien a los sombreros que me limitaban, pero no me definían.
¿Su mundo profesional ha estado vinculado a las finanzas, le fue difícil hacer carrera en el sector literario y si dudó del éxito que podía lograr en el mercado local?
Estoy convencida de que en nuestro país, hacer literatura o intentarlo es una forma de resistencia. No es siquiera una carrera, al menos no para todos. Escribimos, escribo en lo personal porque me resulta inevitable. Una pulsión para ver la vida a los ojos y dejar testimonio de lo que siento. Ese éxito al que haces referencia, no es más que un grupo de gente que cree en mí y que apuesta a mi voz; no lo veo como un éxito personal, sino como un regalo que agradezco profundamente. Una sigue intentando, porque hay quienes le leen, quienes le creen, y porque escribir es eso, una forma de vivir.
Si les pudiera decir a los lectores qué ofrece la poesía que no brinda otro tipo de literatura, ¿qué les diría?
De poetas y de locos… Creo que la poesía, con suerte no necesita ser leída, necesita ser sentida. Nos invita a detenernos, a sentir sin apuro, a mirar la vida desde otro lugar. Cuando un poeta nombra lo innombrable, construyendo puentes entre el cuerpo y el alma, entre lo cotidiano y lo eterno. La poesía se visita, y el azar nos favorece regalándonos un nuevo lugar donde habitar. Alguien nos muestra dónde nos duele y le pone nombre a lo que nos roba el sueño cuando ni siquiera sabemos que estamos despiertos.
En 2024 presentó el libro de poemas “Colmena de llanto” y la novela en verso “Se hizo polvo y sopló el viento”, ¿cómo fue su experiencia?
Me siento profundamente agradecida por ambos procesos, que fueron de crecimiento y aprendizaje. Publicar con las editoriales Huerga y Fierro de España e Isla Negra Editores de Puerto Rico representa, para quienes escribimos desde República Dominicana un desafío adicional: lograr visibilidad en un mapa literario más amplio. Sin duda, que ambas publicaciones resignifican las barreras de los textos, y los expande. Los principales retos estuvieron ligados al manejo del tiempo, especialmente viniendo de la experiencia de la autopublicación, donde una decide cuándo, dónde y cómo el libro verá la luz, también a la adaptación.
¿Cómo fue la experiencia de escribir una novela en verso?
Escribir “Se hizo polvo y sopló el viento” fue una experiencia de reconocimiento. No tenía forma hasta que la solté, es más, descubrí la forma que tenía cuando pude desapegarme del proceso creativo. Intenté durante años escribirla “como debía”, hasta que entendí que debía hacerlo como podía: en verso. La historia transcurre durante la Revolución de Abril del 65, pero no es una novela histórica: es una historia sobre la memoria y los vínculos, las lealtades familiares, contadas desde el umbral del olvido. Está inspirada en mujeres que han vivido –ni heroínas ni víctimas– y en una forma de mirar el pasado con los ojos del presente.
¿Qué logros destacaría de su trabajo como gestora cultural?
Destacaría, en primer lugar las casi 200 conversaciones íntimas que he tejido con escritores a través de “Una página a la vez”. Creo firmemente en el poder del diálogo entre creadores y lectores. Y los círculos de lectura, las ferias, los festivales. Te reto a leer, que sigue promoviendo la lectura entre los más pequeños. Para mí, la clave ha sido insistir con pasión y rodearme de gente que cree conmigo.
¿Es la gestión cultural una profesión de futuro?
Sin duda, pero necesita formación, apoyo y comunidad. La cultura no es un lujo, es una necesidad. Y la gestión cultural es ese puente entre el arte y la gente. En el país necesitamos más espacios de formación, también más conciencia de que la cultura genera sentido y desarrollo; apoyo gubernamental estratégico.
¿Por qué es importante la hermandad entre escritores?
Porque escribir es un acto profundamente solitario, pero la literatura se construye en red. Las alianzas son necesarias para resistir la fragmentación y el grupismo. Ahora se habla mucho de sororidad, o de complicidades, y puedo decir que soy testigo de cómo tus historias crecen cuando abrazan la retroalimentación o crítica sincera. Cuando tu nombre es mencionado en espacio donde no soñabas en llegar. Cuando recibes invitaciones que comienzan con un “tal persona me habló de ti”. Esa llamada hermandad, no solo es importante, es necesaria.
¿Qué hace falta para que la cultura ocupe su lugar?
La cultura necesita ser sembrada, regada y celebrada. Voluntad política, políticas públicas sostenidas, informadas por data confiable e incentivos efectivos para la creación y la publicación. Pero fundamentalmente, necesitamos formar lectores. La cultura no se impone, se cultiva: Nada cambiará si no alimentamos una ciudadanía que valore y consuma cultura desde la infancia. No amaneceremos un día con una República Dominicana lectora, se requiere el trabajo de educadores, bibliotecarios, comunicadores, gestores, artistas; todos importan.
Seguridad
Estoy convencida de que en nuestro país, hacer literatura o intentarlo es una forma de resistencia. No es siquiera una carrera, al menos no para todos”.
Hermandad
Escribir es un acto profundamente solitario, pero la literatura se construye en red. Las alianzas son necesarias para resistir la fragmentación y el grupismo”.