M.A. María de las Nieves Fals Fors
Estancia de Doctorado en Ciencias Humanísticas de la Universidad de Oviedo.
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El cabello rubio y los ojos claros, la piel tan blanca como las palomas de Obatalá, en su alma se mezcla toda la negritud con la fuerza de lo indígena, Yukahú danza en trinidad sobre cada una de las puntas de su pétreo trigonolito, la Caridad del Cobre se ilumina en su guarida de Cambita, mientras la Altagracia de Fuego relumbra allá en el cielo.

Un hombre camina entre “misterios”, va de lo que somos a la jungla de lo que no queremos ser, buscando siempre caminos de polvo cósmico donde tocar lo eterno. Ese hombre, llamado Geo Ripley, es masón, babalao, caballero de la Orden de Santiago, Dr. de la Universidad de Tamaulipas, personificación de lo sincrético.

Geo nació en Caracas como hijo de emigrados dominicanos. Su padre fue un luchador contra la dictadura de Trujillo y siempre defendió la libertad. Vino adolescente a la República Dominicana junto con su familia. Con catorce años pintó La mano del pueblo consumida por la fuerza bruta del Ejército, obra de gran fuerza dramática que constituyó una premonición de lo que sería muy pronto la Guerra de Abril de 1965.

Su Cristo de las sombras (1966) sorprendió a otro importante creador de universos de tropicalidad y de luz nombrado Guillo Pérez, quien lo acogió en su taller. Ese Cristo negro, reinterpretado por las manos de un joven creador, se proyecta sobre la sangre de un suelo recién creado y es Cielo y Tierra, es humano y es divino.

En 1967 Geo es premiado en el III Concurso Eduardo León Jimenes con Inspiración, una explosión de medios mixtos, colmada de dorados y azules, que asemeja el nacimiento de una supernova o la corona de un cacique que se eleva al mundo de las esencias.

De estos comienzos derivaron sus “embryos”, sus “ignis”, sus caligrafías mágicas, su Autorretrato en el Mito, su Pijao en el MOMA, su 9: Número de Ancestros/autorretrato, su Ad mayorem Dei Gloriam, que logran viajar sesenta años-arte “De las Sombras a la luz”. Formas circulares, collages, texturas, densidad del color, el eterno carmín de la Pasión, el dorado santo, y lo negro, sinónimo de lo insondable del silencio, todo eso es Geo.

Su toque de tambor se transmutó en un caballo blanco, que le sirvió de montura a su Ancestro con el cuerpo pintado de rojo en la 19 Bienal de Sao Paulo de 1987, las heridas del Cristo de las Espinas (1994) fueron expresadas sintéticamente en una simple rama punzante sobre un fondo áureo, mientras la culebra cósmica se movía del Ying al Yang, del Yang al Yin, del río Níger al Ozama, de Ifé a Santiago de Compostela, silbaba la culebra, danzaba la culebra, se volvía antinomia de mar y de astros.

Las líneas nazcas, Estados Unidos de Norteamérica, los montes de una isla llamada de Santo Domingo, Italia, España, el África negada y amada, aquella donde lo ancestral espera, con un espejo en las manos para que podamos finalmente mirar nuestra faz; todos esos mundos concomitantes han sido recorridos por ese Geo Ripley, poseedor de un corazón que no se detiene, en cuyo centro se sienta la Pitonisa a ver salir el sol, reencarnando en Yukahú. Señor del Guanín. Oro.

Geo es identidad, espiritualidad, creatividad, muere si deja de creer y de crear. Geo es simplemente uno de nosotros, un caribeño que recorre las calles de la ciudad donde nacimos o renacimos, su legado artístico es intensamente individual y al mismo tiempo, expresión del yo colectivo al que pertenecemos.

De Capotillo vienes tú, Iris Pérez, nacida de un padre defensor de los humildes, de una madre toda esperanza, con olor a Abril del 65. De Japón eres tú, Iris Pérez y de un Oriente que nació en los sueños de una niña-azafata que volaba sobre un lápiz de papel. De la cruz del Santo Cerro también eres, de esa Luz del mundo trasmutada en una cruz, en un pez, en una oración escrita en piedra y en barro en la cumbre de un monte sagrado.

Del Caribe eres hija, me lo dice tu pelo ensortijado, tu piel de sol y de resiliencia. Naces de esa Energía vital que luego recorre Los caminos del ser rumbo a lo originario, anidando El bosque místico, oloroso a madera de campeche, a barro quemado al horno, donde tierra, fuego, aire y agua convergen.

La anatomía del ser nos invita a buscar los poemas surreales de Delia Weber, allá en el rincón donde las paralelas se juntan y se vuelven espíritus. En el lugar del ser la poesía se va haciendo plural, cambiando de lenguaje a través de un diálogo poético y plástico entre los símbolos visuales y los escritos.

Tu arte de compromiso social denuncia lo vil de la violencia a los niños, nos muestra a esas Hermanas que representas con corazones, suavemente modelados, a los que el fuego no quemó. Tu Última cena descansa en las montañas de Jarabacoa, mientras otras niñas africanas recorren el Mediterráneo nuevamente en frágiles navíos de esperanza.

Das Morada con tu arte a las almas que no mueren, nos diste pan y Constitución en la Plaza de las Banderas a los que creemos que No solo de Pan se vive o se trasciende. En este mismo momento, tus hilos de lana, tus velas, tus fotos y palabras, hacen homenaje a aquellos que no esperaban morir en una reciente madrugada trágica.

Eres un testimonio donde todos nos podemos reconocer, en tu arte lo identitario se actualiza, vas del mito a la vivencia, de Santo Domingo a Bangladesh, de lo monumental a lo pequeño, sin parar, sin detenerte nunca, creando, ideando, sembrando sentidos y soledades compartidas. Eres dominicanidad, embajadora artística de lo nuestro.

Las obras de Geo Ripley y de Iris Pérez, son ejemplos de cómo lo caribeño e identitario, reflejados en el arte, puede trascender más allá de nuestras fronteras. Con mensajes artísticos que son expresión de lo propio, crean verdad, bien y belleza dejando un legado de infinita fuerza.


Centro estudios caribeños. PUCMM.

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