A Kamila Valieva, patinadora rusa
torturada en los últimos
Olímpicos de invierno Beijing ‘22

¿Por qué se peleó Will Smith con Chris Rock en los premios
Oscar?

El corto metraje de animación chileno entró en el mundo de los Oscar (sin acento), gane o no gane. Y ganó.

El tema revive las heridas sin cicatrizar dejada por la dictadura de Pinochet, mucho peor que Trujillo, Duvalier, Somoza, Videla… y todas guiadas por un catálogo de crueldades elaborado por el tatarabuelo de la rubia Marilyn y replanteado por Heinz Alfred Kissinger, quien luego se cambió el nombre. La presencia de muchos nazis emigrados a Chile, después de su derrota en la ll Guerra Mundial, explica en parte, esa “ventaja”.

Es imposible no pensar en Botero, no porque la gordura resalte, o el volumen, como gusta al maestro nombrar cuando se habla de su obra, más por su exposición en Berkeley realizada para denunciar las barbaridades cometidas en la cárcel de Abu Ghraib bajo la dirección de Janis Karpenski, afectada, obviamente, de psicopatía. Ella decía que cumplía órdenes de Rumsfeld y la cadena es larga pa’arriba.

Y en esa misma cárcel, sin mencionar a Guantánamo, se destacó otra Ingrid, la soldado Lyndie England. “…We think everything was justified, because we were instructed to do this and to do that”, declaró en un inglés perfecto que ella aprendió desde niña y que en cibaeño equivale a: “To ta bien poique eso fue lo que no mandán hacei”.

Todos los problemas bélicos a través de la Historia han ocurrido cuando un grupo quiere expandir su dominio e imponerse fuera de su territorio o cuando los pueblos ya no aguantan más abusos y se rebelan contra sus opresores. Pero cuidado con los hipócritas que piden hoy la paz cuando ellos mismos enviaron tropas a la guerra de ellos, “que ocurren”, “por casualidad”, en escenario fuera de sus territorios, para lucrarse con la venta de armas.
Especialistas en sembrar cizañas: Que se hunda Rusia en su guerra fratricida ucraniana, que se joda China en la suya contra Taiwan. ¿Y quién gana?

Pero aparte de eso, con el Nazismo, que no era solamente nacionalismo, nació una ideología rígida y estricta con un gran ingrediente de enfermedad mental. De ahí viene, no solo el deseo de dominar, se destaca el goce perverso y morboso de ver sufrir a sus víctimas.

En esta ideología no hay espacio para la tolerancia, ni para la diversidad del pensamiento. En ese ambiente fue “educada”, más bien adiestrada, Ingrid Olderöck, el personaje central en ese corto de Hugo Covarrubias que fue nominado a los Oscar.

En la psicología humana, lo aprendido se reproduce. Las mismas arbitrariedades y groserías que le hizo Walther Gustav Olderöck Frank, su padre nazi, ella las repitió cuando fue mayor de los Carabineros y capitana de la DINA. Ingrid, la Bestia, era de autoestima baja, resentía, acomplejada, cínica y malévola. Su crueldad y odio no tenían límites ni siquiera con su propia hermana.

Con cara de monja arrepentida, o más bien madre superiora de “dijeron todas”, Ingrid instruyó a 70 mujeres como si fuese catedrática de “La Universidad del Homicidio” tal y como lo describe Giovanni Papini en su capítulo de igual nombre en su “Libro Negro”. La descripción del rector de dicha Universidad es esta: “…un hombre seco y enérgico, que mostraba una cicatriz roja en la mejilla derecha (…) No quiso decirme su nombre, y me advirtió cortésmente que, si hiciera saber a otros lo visto y oído en su Universidad, no apostaría dos centavos por mi piel…” En esta Universidad, los cursos son diversos e impartidos después de la media noche. “…hay una cátedra de Anatomía Humana, que es dictada por un médico evadido de cárcel perpetua (…) una cátedra de Toxicología destinada a los que prefieren servirse de venenos seguros con máximas garantías de impunidad (…) La cátedra de Antimoral (…) quita a los escolares los últimos escrúpulos de la compasión y de la vileza. Esta Universidad es exactamente la misma de los Carabineros. Ella llenaba, perfectamente, los requisitos para su ingreso cuando se abrió a las mujeres en 1967 porque era una experta formada en el colegio suizo de Ñuñoa donde se exigía el alemán todo el tiempo.

Fue la primera mujer paracaidista chilena. En una entrevista declaró “…yo soy nazi desde pequeña, admiraba a la enfermera Irma Grese “El Ángel de la Muerte”, “Bella Bestia” o la “Perra de Belsen” que gozaba con ver sus perros devorar los prisioneros. Siempre los pastores… alemanes…

El nazismo no murió con Hitler en el 1945 cuando los soviéticos llegaron hasta Berlín y destruyeron su maquinaria luciferiana. Grupos neonazis se organizaron en un batallón de 300 voluntarios que creció a 5 mil y que fue incorporado oficialmente al Ejército de Ucrania. Además de odiar a los judíos, negros, árabes, latinos y chinos, detestaban sobre todo a los rusos a los que “hay que matar con sus niños”.

¿Cuántas Ingrid generó el franquismo en España? El nazismo no cree en la democracia, ni en la pluralidad del pensamiento. Todo el que piense diferente a sus doctrinas, debe ser eliminado.

La Bestia llega en un momento importante para el Chile de Boric, como un bálsamo para curar una herida incurable cuyos protagonistas fueron “perdonados” o se fueron a vivir a otros países como lo hizo Adriana Rivas, que vive en Australia desde donde manifiesta su reiteración de la justificación de las atrocidades que desangraron al Chile de Allende. Ya Kissinger lo había dicho, que “la democracia no puede dejársele a los pueblos porque hacen mal uso de ella”.

La Bestia es para toda América Latina de pasado común, en algún momento, por haber sido sometida por dictaduras. Algunos dicen que está inspirada en el libro de Nancy Guzmán “La mujer de los Perros” y otros en el capítulo “Ingrid Olderock, un monstruo chileno” en el libro “Historia Secreta de Chile” de Jorge Baradit.

Que Will Smith le haya dado una galleta a Chris Rock no tiene importancia, aunque vuelva el tema de la libertad de expresión que tratamos con Charlie Hebdo. No fue un chiste, fue una agresión, no se hace humor con todo y menos con lo íntimo, ni con la discapacidad… ni con Mahoma.

Tampoco tiene importancia el Oscar en sí, el ombligo del mundo del cine, cuando en realidad Hollywood ha servido como una maquinaria lava cerebros. Que Bestia gane o no un Oscar, repito, no tiene la mínima importancia más la que le sirve como publicidad para que todos la vean y no olvidemos ese pasado pesado de cuando el salvajismo se impuso.

La geopolítica de las potencias no puede seguir jodiendo la economía mundial, el deporte y la condición humana de los pueblos.

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