El asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, el 7 de julio del 2021, generó una ola de incertidumbre en un país golpeado en las últimas décadas por la inestabilidad política, la pobreza y los desastres naturales. Su asesinato coincidió con una escalada de violencia y la crisis sanitaria provocada por la pandemia del COVID-19. Esta situación que vive Haití ha tenido repercusiones en la República Dominicana con quien comparte la isla de Santo Domingo.

Haití y República Dominicana que constituyen dos naciones y dos estados diferentes, tienen experiencias históricas en común y su historia ha estado marcada por encuentros y desencuentros.
Haití, el primer país independiente de América y la primera república negra del mundo, bajo el liderazgo de Boyer ocupó el 9 de febrero de 1822 la parte oriental de la isla de Santo Domingo, después de que José Núñez de Cáceres declarara la independencia del Estado Independiente del Haití Español, el 1 de diciembre de 1821. La ocupación haitiana se prolongó por 22 años hasta el 27 de febrero de 1844, fecha en que fue proclamada la independencia de la República Dominicana.

El recuerdo del degüello de Moca y Santiago de 1805, los 22 años que duró la ocupación haitiana, cuyo bicentenario se conmemora el próximo 9 de febrero, las luchas por la independencia nacional, las cuatro oleadas de invasiones del ejército de Haití entre 1844 y 1856, así como la masacre de 1937, las tensiones que han ocurrido en la frontera y las fricciones por el tema migratorio evidencian momentos importantes donde se expresan los desencuentros.

Pero a pesar de las diferencias, también aliados. Desde la creación de la República Dominicana, los políticos haitianos y dominicanos se han visto en la necesidad de aliarse en determinadas coyunturas históricas. Esto se aplica a los liberales y conservadores. Por ejemplo, intentando materializar el proyecto antillanista, Emeterio Betances logró alianzas formidables con líderes dominicanos, como Gregorio Luperón y Máximo Gómez. También con haitianos como lo fueron Fabré Geffrard, Antenor Firmín y Nissage Saget. A este proyecto se sumaron Eugenio María de Hostos y José Martí. Por el lado contrario, en determinados momentos, Trujillo hizo alianzas tácticas con su homólogo dictador haitiano Duvalier.

Además, Haití colaboró con el país durante la Guerra Restauradora. Durante el siglo XX los guerrilleros y luchadores nacionalistas contra la primera ocupación norteamericana (entre 1915 y 1934 en Haití y entre 1916 y 1924 en República Dominicana) colaborarían entre uno y otro lado de la frontera. En 1965, cuando Estados Unidos volvió a invadir Santo Domingo, algunos combatientes haitianos tuvieron una participación del lado Constitucionalista. Más tarde, en 2010, al ocurrir el terremoto devastador en Haití, la ayuda dominicana fue la primera en llegar. Miles de dominicanos se movilizaron a través de la frontera para asistir a las víctimas, y República Dominicana fue el primer y más grande centro de acogida de los desplazados de aquel país.

El Bicentenario de la Ocupación Haitiana encuentra hoy a estos países, con dos realidades muy diferentes, con relación a sus niveles de pobreza, la riqueza de sus economías y la estabilidad de sus sistemas políticos. La diferencia de progreso en su nivel de desarrollo ha sido abrumadora en los últimos 50 años. Haití se vio rezagado por una mayor inestabilidad política y macroeconómica, junto con un menor nivel de inversión en infraestructuras y capital humano.

En 1960, la República Dominicana y Haití tenían un producto interno bruto (PIB) per cápita similar. Desde entonces, el PIB de la República Dominicana ha ido creciendo y desde finales de los noventa del siglo pasado ha aumentado al 5% anual, la mayor tasa de crecimiento de América Latina, y el PIB per cápita se ha cuadruplicado. En Haití, el PIB ha crecido a una tasa anual de sólo el 1%, la menor de América Latina, y el PIB per cápita se ha reducido a la mitad. Desde los años sesenta hasta la década de los noventa, el crecimiento de la productividad fue marcadamente negativo en Haití, mientras que en la República Dominicana fue positivo en la mayor parte del período. En Haití, tanto el porcentaje de la población en situación de pobreza extrema como la tasa de analfabetismo son de aproximadamente el 50%. En la República Dominicana en 2020, sólo el 3,5 % de la población vive en condiciones de pobreza extrema, mientras que la tasa de analfabetismo se situó en un 6.3% de la población de 15 o más años de edad. Haití, uno de los países más pobres del hemisferio occidental y de los más desiguales del mundo, en 2020 siguió enfrentándose a múltiples crisis. En ese sentido, la inestabilidad sociopolítica y el deterioro de las condiciones económicas, el aumento de la inseguridad alimentaria y la malnutrición, el acceso limitado a servicios básicos como el agua, saneamiento e higiene, se vieron agravados por la pandemia del COVID-19.

En 2019 Haití fue la economía número 125 del mundo en términos de PIB (US$ corrientes), el número 148 en exportaciones totales, el número 156 en importaciones totales y la economía 160 en términos de PIB per cápita (US$ corrientes).
República Dominicana con una economía pujante, en 2019 fue la economía número 64 del mundo en términos de PIB (US$ corrientes), la número 89 en exportaciones totales y 82 en importaciones totales. La pandemia afectó negativamente ambas economías, pero en el caso dominicano para el 2021 ya aparecía entre las 10 economía de mayor crecimiento a nivel mundial, y entre las 6 primeras de América Latina y el Caribe (ALC) y entre los 6 países de ALC que recuperaron los niveles prepandemia.

Estas desigualdades económicas tienen repercusiones. La situación política, económica y social en ambos lados de la frontera afecta a uno y otro, lo que significa que estamos obligados a entendernos. Cerrar la brecha económica que separa Haití y a la República Dominicana no será fácil ni rápido. Pero los dos países pueden dar pasos para superar la desconfianza, combatir la corrupción, promover el desarrollo fronterizo y enfrentar los retos comunes que como la migración, cambio climático, seguridad, los efectos del COVID-19, entre otros afectan a ambos países. El avance y el ritmo dependerá de muchos factores entre ellos la capacidad de Haití de superar la situación política, económica y social que vive y por parte de la República Dominicana la capacidad de mantener el ritmo de crecimiento económico en medio de las consecuencias de la pandemia y el manejo adecuado de la crisis haitiana.
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Este artículo forma parte de las investigaciones realizadas en el proyecto “Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”, dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC, España y financiado por la Unión Europea, Horizonte 2020, código Nº 823846.

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