Desde que le diagnosticaron el cáncer, ha recorrido un camino lleno de retos médicos y crecimiento espiritual
Cuando ves a Keidy Reinoso Mora, percibes a una persona llena de energía, valiente y decidida; lo que menos imaginas es que lleva casi diez años enfrentando el cáncer, una enfermedad que la ha puesto varias veces al límite.
Llegué a ella a través de su prima, Jusety Pérez, con quien había intercambiado algunas ideas sobre el tema y a quien le pedí el contacto directo. En lo humano me interesa mucho su testimonio y, en lo personal, porque mi padre también está cursando esta enfermedad.
Comenzamos la conversación recordando el día en que recibió el diagnóstico. Ella recuerda que estaba con su mamá y, aunque no lloró frente a la doctora, vio cómo a su madre se le humedecieron los ojos.
“Recuerdo que al salir de la clínica lo primero que quise fue comer pizza. Luego, en casa, la familia se fue enterando poco a poco. Solo lloré en la noche, cuando hablé con quien entonces era mi pareja”, expresa Keidy, quien tiene linfoma.
Para entender mejor, según Radiologyinfo.org, el linfoma es un cáncer que se desarrolla en las células blancas del sistema linfático. Los síntomas pueden incluir ganglios linfáticos inflamados, pérdida de peso inexplicable, fatiga, sudoración nocturna, tos o dificultad para respirar. Reinoso explica que la enfermedad afecta la sangre y el sistema linfático, y que impacta diversas zonas del cuerpo.
Durante estos años, algunos momentos han sido muy difíciles de relatar. “Hemos tenido varios episodios duros, pero uno de los más críticos fue mi recaída después del trasplante de médula ósea, en medio de la pandemia, cuando aún no había tratamiento posible”.
Pensando en los gastos que implica una enfermedad así, le pregunté si podía cuantificar el costo económico.
Su respuesta fue: “¡Uy! No es sencillo. Nunca lo hemos cuantificado, pero solo el trasplante costó en ese momento 1,500,000 pesos, y un estudio llamado PET CT costaba 1,000 dólares cada vez que se hacía, al menos una vez al año. Tuve unas 40 sesiones de radioterapia y más de 18 de quimioterapia. Puedes imaginar que fácilmente superó los 3,500,000 pesos dominicanos, y probablemente más”.
Reinoso señala que gracias al Seguro Nacional de Salud (Senasa), la ayuda social del Instituto Nacional del Cáncer Rosa Emilia Sánchez Pérez de Tavares (Incart), su comunidad de amigos, la iglesia, instituciones como el Servicio Nacional de Salud (SNS), Salud Pública y Plaza de la Salud, además del esfuerzo incansable de sus padres, muchos de estos gastos han sido posibles.
Le pregunté cómo ha cambiado su vida y la de su familia. Me dijo que de todas las maneras posibles: en lo económico y espiritualmente los ha hecho más dependientes de Dios y más atentos unos con otros.
Hoy Keidy se siente estable, con fe y esperanza de que Dios está escribiendo una historia a través de ella. “Sé que mi enfermedad no es un evento aislado. Dios tiene el control de hasta cuándo y cómo termina esta circunstancia en mi vida. Trato de seguir adelante en lo que puedo, con la mayor normalidad posible. Mi identidad no está en mi enfermedad”.
En su día a día intenta vivir con normalidad. Trabaja desde casa, porque su condición no le ha permitido conseguir un empleo estable, y procura no sobrecargarse.
“Me dedico a ayudar a mis padres en el emprendimiento familiar y en la iglesia, donde doy asistencia y formo parte de ministerios que trabajan con la comunidad, especialmente con jóvenes”.
Después de Dios, su mayor apoyo es su madre, quien ha sido su compañera incansable durante todos estos años. “No se ha rendido y ha estado conmigo en cada paso. La amo”.
Keidy agradece a todas las personas que se han preocupado por su bienestar, haciendo aún más de lo que deben para ayudarla. Sobre todo, agradece al “Señor Jesús, que ha sido mi compañero y consuelo en todo momento”.
Acerca de lo que ha aprendido del cáncer, dice: “Es una enfermedad muy dura, silenciosa y persistente, que afecta de maneras que no siempre son visibles, pero el daño está ahí”. Asegura que el cáncer es cada vez más común, pero también más manejable.
“No desperdicies tu cáncer”, es el título de un libro que invita a quienes atraviesan una situación similar a sacar provecho de ella para conocer más a Dios, conocerse mejor a sí mismos, amar mejor a otros, ser más compasivos y ayudar a quienes lo necesiten. “Tu cáncer no debe tener la última palabra en tu vida. Dios sí”, concluye.