El retiro de las aspiraciones del doctor Rafael Sánchez Cárdenas como precandidato a senador por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), nos lleva otra vez a cuestionar el ejercicio político y, de igual manera, a los políticos que tenemos.

Aunque las razones dadas por el veterano médico militante morado tienen un componente de índole familiar y humana, puesto que ha perdido en el último tramo de este año a dos personas cercanas, -su esposa y su hermano-, de igual manera, en medio de las explicaciones de su decisión de no continuar con sus aspiraciones, salió a relucir lo que todos sabemos y hemos de alguna manera normalizado.

La política se ha convertido en un oficio para un grupo que puede pagar o conquistar a través del clientelismo el voto, a fuerza de papeletas.

El senador de la provincia de Santo Domingo, Antonio Taveras, fue sorprendido en su buena fe, hablando de lo costoso que resultó para él, su debut político en 2020. Unos 200 millones se le oyó decir, y aunque el audio fue multiplicado con maldad y alevosía, es la lamentable realidad de la que no escapa nadie.

¿Usted quiere ser político?, antes de tener una solvencia moral, una impronta que exhibir, usted tiene que tener el dinero, sí, solvencia económica cuya procedencia la mayoría de las veces no importa. Acaso, no hemos visto desfilar por el Congreso Nacional hombres y mujeres que buscando legitimar su fortuna se enganchan a políticos, con muy buena suerte, o más bien, con la suerte que da el dinero.

Ha sido la práctica más aceptada de la historia política contemporánea.

Y por el otro lado, la senadora del Distrito Nacional, Faride Raful, ha sido transparente al asegurar que en su candidatura invirtió unos 50 millones de pesos, que comparado con el otro monto, hasta barato resultaría.

Estas revelaciones de alguna manera consternan a quienes bajo la premisa de que todos tenemos derecho a aspirar y aunque contemos con la solvencia moral y una impronta de acciones, no podremos nunca ni soñar con una curul, puesto que la plata es la protagonista, más que la propuesta o la capacidad que ese candidato muestre.

Y como soñar no cuesta nada, soñemos que algún día, -que esperemos no sea muy tarde-, se imponga la sensatez en el pueblo dominicano y dejemos de pensar con el estómago, para escoger los legisladores que realmente necesitamos.

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