Con la pandemia del coronavirus, en los últimos días fruto del cansancio al compás del endurecimiento de las medidas de distanciamiento, muchas personas en nuestro país han reflexionado sobre el sentido ciudadano de protegerse y proteger al otro, además de tomar consciencia de que si no lo hacemos juntos no superaremos esta situación sanitaria a la brevedad que todos deseamos y queremos.

La situación de salud no sólo ha puesto de manifiesto las carencias en los órdenes económico, social y sanitario, sino también la falta de amor al prójimo que se ve reflejada en una falta de educación ciudadana con sencilleces como ponerse una mascarilla, guardar dos metros de distancia, usar pañuelos, mantenerse higiénico, en fin, obedecer a la situación en la que nos encontramos para evitar muertes y contagios. A esto, sumemos el irrespeto a la autoridad, el individualismo frente a la colectividad, ponerse en el lugar de otro, desarrollar y evolucionar un poco en nuestro pensamiento dejando la zona de confort, el personalismo y ser parte de la solución y no del problema.

Los valores como solidaridad, respeto, obediencia, honestidad, responsabilidad, que debemos de tener todos desde nuestros hogares y reforzarlos en los centros educativos y grupos sociales, cada día más se están perdiendo porque no hay una orientación a moldear ciudadanos íntegros, sino que estamos corriendo en una carrera sin sentido en un sistema que pone de lado los valores y la formación y busca más el sentido material, haciendo creer a la persona que vale por lo que tiene y no por lo que representa.

Tanto el gobierno como la sociedad (familia, iglesia, grupos económicos, sociales y culturales) deben cumplir su rol promoviendo campañas en valores, predicar con ejemplos de vida en donde éstos sean la referencia. Así estaremos más cerca de construir ciudadanía.

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