Haití enfrenta un problema interno que, al ser mal tratado a nivel diplomático en la República Dominicana, se ha convertido en problema binacional. La injerencia sin malas intenciones se adueñó de muchos nacionalistas, o seudonacionalistas y hemos tenido que asumir responsabilidades ante la CIDH por una situación de un Estado que no está en capacidad de ejercer autoridad sobre el territorio.

La realidad ha provocado una salida de los pobladores en condición de refugiados u otra modalidad de desplazamiento humano. Ejercer la soberanía no ha sido posible en los últimos 30 años. Estados Unidos ha intervenido en dos ocasiones y la ONU, también, pero nada se ha resuelto.

Haití fue sometida desde la época colonial francesa a una intensa explotación, hoy sus dos terceras partes yacen depredadas y desertificadas; mientras la otra parte de la isla es República Dominicana, país que ha resistido todas las adversidades y avatares desde la colonia, para preservar los lazos identitarios que dan sentido a la dominicanidad y han convertido en paria a su vecino.

La situación sociopolítica y económica de Haití ha generado un flujo migratorio continuo hacia la vecindad caribeña, siendo República Dominicana la primera opción para trabajadores agrícolas y de la construcción. Hacia otros países (Cuba, Colombia, Brasil, México, Chile, Estados Unidos, Canadá) llegan en condición de refugiados.

Según el Alto Comisionado de la ACNUR, es refugiado todo ciudadano que huye de su país porque su integridad física peligra. El refugio se puede producir por razones políticas o catástrofes naturales. El de los refugiados haitianos es por razón política. El Estado no garantiza la permanencia e integridad de sus ciudadanos por lo que estos se ven forzados a migrar, y los han convertido en parias.

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