Siguiendo con Haití, el reciente llamado del canciller Roberto Álvarez a la élite haitiana de que asuma su rol para salir de la terrible crisis que abate a ese pueblo se escribe, como parte del lenguaje diplomático, entre las declaraciones de intención y buena voluntad. Pero visto en retrospectiva con la historia del más pobre y sufrido país del hemisferio, no deja de ser ingenuo y llamado a caer en saco roto. La clase alta haitiana es en gran medida culpable del desolador drama que vive la hermana nación fronteriza, por su ambición sin fin. ¿O es fortuito que las bandas criminales no les toquen?

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