La interjección que da pie al título de este artículo obedece a una triste realidad que “acogota” a sacrificados escritores dominicanos que pertenecen a un marginado segmento de una degradada sociedad. Sí, una sociedad dominicana degradada, aunque con salvadoras excepciones.

Que los siempre ácidos críticos -que mantienen sus erradas opiniones-, piensen que estoy “sangrando por la herida”. Imposible.

Escribo el categórico criterio porque, en mi condición de ser un periodista lineal (no conservador), nunca escondo lo que pienso. Trato de exponer mis ideas fundamentado siempre en la verdad. Y sé, además, que el implacable tiempo sigue sin su tránsito, pero que nunca podrá marchitar mi pensamiento. Como nunca se marchita la flor más perdurable.

En otros trabajos he precisado que “el periodismo es para escribir la verdad, no para ocultarla”. Y como la verdad siempre flota, y nadie podrá denegarla, mi firme propósito como periodista es siempre llevarla a cuesta.

Job y su histórica paciencia. Recordemos a Job, el mítico santo inolvidable y sacrificado que fue sometido a duras pruebas para comprobar su real creencia y entrega a Dios.

Pero al final, con una pasmosa paciencia, logró que el propio Dios creyera en su gran devoción y sana fidelidad al Creador.

Obviamente, no parangono la paciencia de Job con la que tienen mendigos escritores criollos que habitan en un país en el que imperan la demagogia política y la hipocresía.

Lo que sí ratifico es que el escritor local que no tiene un “padrino” -y no abandona sus principios y mucho menos arrastrarse a la humillación-, está sencillamente fracasado.

Trabajo en la fase final de mi nuevo libro (el número 21) y tras tocar algunas puertas, en busca del necesario respaldo, ninguna ha sido abierta.

Debo reconocer que Isael Pérez, gestor cultural y presidente de la Editora Santuario, es un ente motivador para que los escritores no pierdan el interés de publicar sus obras.

Me miro en la paciencia de Job para despertar optimismo y con las garras que tengo no dejarme vencer para poder concluir mi libro.

Aunque las circunstancias me sean adversas, espero tener la oportunidad de anunciar su publicación cuyo escenario será la Sala Aída Cartagena Portalatín de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña que funciona en la Plaza de la Cultura de Santo Domingo.

Pronto daré detalles de este nuevo libro que -creo- impactará en importantes sectores, en especial en el área que abarca a los medios de comunicación.

Sintetizo: después de todo, ¡la esperanza es lo último que se pierde!

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