Viendo a personas a mi alrededor me doy cuenta de cómo buscan placer mientras persiguen la felicidad. ¿Será que no conocen la diferencia?
Claro, en un mundo dependiente de la dopamina es un poco difícil percibir la diferencia, mucho más lo es vivirla.
–¿Cómo así, Diego Sosa?
Veamos, la dopamina es un neurotransmisor y hormona, no te preocupes que no entraré en tecnicismos, que nos hace sentir placer. Se activa con facilidad, por ejemplo, cuando sentimos que recibiremos una recompensa.
Un gran problema con esta amiga es que es adictiva. Y en una era donde las recompensas son parte del día a día, cada día somos más insensibles a lo que antes nos hacía sentir placer, por lo que necesitamos mayores estímulos para sentir esa linda emoción. Vivimos sobreestimulados.
El bienestar es un estado. No se puede perseguir, debemos vivirlo. Sentir felicidad por lo adquirido es una filosofía de vida. No podemos cansarnos del auto comprado porque ya no es una nueva adquisición. Es un logro, una recompensa perpetua. Al pagar la cuota del préstamo que tomamos para adquirirlo no puede ser que entremos casi en depresión. ¿Será arrepentimiento?
La intensidad que queremos vivir buscando cada día mayores estímulos de dopamina nos lleva a un agotamiento emocional que no nos permite disfrutar del bienestar. Hoy es muy típico ver a personas que se sienten agotadas y al poco tiempo quieren volver a buscar esos estímulos de dopamina que las hacen sentir placer.
De aquí vemos la gran diferencia, no es lo mismo estar alegre que ser feliz. La alegría es una emoción que se suele generar con un estímulo desde el exterior, mientras que la felicidad es un sentimiento que se construye desde el interior.
Es importante saber cuándo estoy controlado por la búsqueda del placer para hacer un ayuno de dopamina.
No te digo que evites todo placer, sino que priorices vivir la felicidad.
¿Puedes hoy sentir felicidad por algo que un día te causó placer y ya no más?