A partir del próximo 16 de agosto le quedarán cuatro años de gestión a Luis Abinader, con la peculiaridad de que en 2028 no sería candidato, con lo que se abre un período interesante que probablemente desate pasiones, tanto en el PRM como en la oposición. Ahí hay un doble riesgo: que haya tal fijación en los “presidenciales” del oficialismo, que olviden que sus posibilidades están atadas a que el cuatrienio culmine “lo mejor posible”; y que entre los opositores parezca que cuatro años es mucho tiempo y no resistan a la tentación, como hay señales, de empezar desde ya, no a hacer propuestas y definir políticas, sino a ofertar solo sus lindas caras cuando, precisamente, sus posibilidades de éxito radican en que Abinader termine “lo peor posible”.

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