En cualquier manifestación de la vida cuando se pierde la vergüenza, cuando no hay pudor y ni siquiera se guardan las apariencias, se empiezan a orillar el camino de la prostitución, contra la que no valen fama propia ni buen nombre. Lo vemos a diario en redes sociales, las que si no estuvieran en lo fundamental esparciendo sandeces, mentiras y desinformación, podrían servir de herramienta esencial a una opinión pública vigilante y participativa. Pero preocupa que tanta sandez no se circunscriba a redes, ya que se le está abriendo espacio en medios de comunicación radial, escrita y televisiva, en los que quizá el principal culpable no sea el que despotrica y daña honras y reputaciones, sino el propio medio que lo permite en una acomodaticia interpretación de la libertad de expresión.