Diga lo que se diga -luces y sombras-, el expresidente Danilo Medina sentó un precedente en nuestra historia contemporánea al ejercer la presidencia -2012-2020-, rompiendo con dos mito-símbolos: desarraigar parte de la cultura trujillista -en tanto, disminuir las parafernalias protocolares del poder: excesiva escolta presidencial y acarreo reliquia-silla presidencial -¡una ridiculez!-; pero, sobre todo, en ser el presidente más cercano a la gente no tan solo por sus visitas sorpresa sino por lo que implicaban en término de implementación de programas sociales, inversión-asistencia técnica-pública y retroalimentación campo-ciudad que se tradujo en disminución de la pobreza y atención estatal a sectores históricamente marginados de la gestión pública (aún quedan algunos programas, aunque otros cambiaron de nombre o simplemente han sido eliminados).

En esa dimensión-de programas sociales y políticas públicas-, comparable, en su enfoque, con el malogrado gobierno de Juan Bosch (1963), pues lo de Joaquín Balaguer (1966-78) fue pura instrumentación política-electoral -campo-ciudad- bajo el esquema de un bonapartismo político-castrense de equilibrio de poderes fácticos, represión estatal y obediencia geopolítica hemisférica; aunque, y hay que reconocerlo, con cierta autonomía política -por su condición de cuadro de la dictadura, liderazgo y experiencia de Estado- frente a asuntos neurálgicos: Haití, Cuba y ciertas reformas. Otros ejercicios, antes y ahora, carecen, hasta hoy, de esa dimensión o visión política-estratégica.

De modo, que la obra de gobierno que encabezó Medina estableció una dinámica sociopolítica y de inversión estatal -amen, de servicios públicos-novedosos- que verdaderamente les cambió el rostro a miles de familias de escasos recursos, ensanchó la clase media y las relaciones internacionales, e hizo sujeto de crédito a múltiples sectores: agrícolas, pequeñas empresas, economía informal; a la vez que potencializó el turismo como nunca.

Desde esa perspectiva socioeconómica de suma trascendencia: instauró el 4% para educación y, con las tandas extendidas y garantía alimentaria en las escuelas, cerró una brecha socioeconómica y de taras biológicas-formativas en el mapa de la pobreza, logrando, de paso, más incorporación de mujeres al campo laboral al implementar estancias infantiles, entre otras iniciativas focalizadas en una realidad comprobable: las mujeres, por una serie de factores socio-culturales (irresponsabilidad-parental y embarazo-temprano), son, cada vez más, cabezas de familia.

Ojalá, la presente administración no abandone ese enfoque sistemático de lucha contra la pobreza, rol emergente y liderazgo de la mujer en todos los ámbitos de la vida nacional.
No obstante, borrar esa impronta social -2012-2020- no será fácil, así sea con porras mediáticas o fuegos-trueques políticos-judiciales; mientras, tramoya, escarceos-reeleccionistas asoman…

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