En el World Atlas, una publicación del Banco Mundial, Venezuela está clasificada como el país más pobre de América del Sur. Su ingreso per cápita de apenas US$ 3,374.00 está por debajo del de Bolivia, que la publicación estimó en US$ 3,683.00. En realidad, la caída de Venezuela se puede ilustrar desde otro ángulo. Aunque no hay datos oficiales recientes, las Naciones Unidas han estimado que un 94% de la población es pobre.

Esta realidad contradice nuestra intuición de que la abundancia de recursos naturales es una garantía para la prosperidad de las naciones, pues Venezuela cuenta con abundantes reservas de petróleo, gas natural, mineral de hierro, oro, bauxita, energía hidroeléctrica, diamantes, y otros minerales.

Como es sabido sus reservas de petróleo de aproximadamente 304 billones barriles son las primeras del mundo, además de contar con reservas de gas natural de 5,739 trillones de metros cúbicos. Su territorio, que duplica al del estado de California, en los Estados Unidos, tiene importantes recursos hídricos, que le permite generar electricidad a partir de la energía hidráulica. La presa de Guri, para poner un ejemplo, tiene una capacidad instalada de 10,235 megavatios.

Sin embargo, si estudiamos la historia encontraremos ejemplos de naciones que a pesar de los abundantes recursos que manejaron terminaron pobres. Como explicar este resultado. En primer lugar, un exceso de recursos puede llevar a un país a desbordarse en los gastos. Los políticos venezolanos sintieron la necesidad de repartir recursos entre la población para darle estabilidad al sistema.

Recordemos la gasolina prácticamente a costo cero. Semejante indisciplina fiscal llevó la deuda de Venezuela al 161% del Producto Bruto Interno, en el 2018. Es decir, el país gastó los ingresos generados por sus exportaciones, más lo que le prestaron. Semejante desbordamiento de los gastos están generalmente asociados a la corrupción político-social, pues dicho sistema beneficia a los políticos y a los empresarios que tienen acceso privilegiado a los centros de poder. En una ambiente así, los proyectos de inversión que se emprenden son los más lucrativos para los agentes involucrados. Naturalmente, semejante sistema no favorece la generación de riqueza social.
Finalmente, Venezuela calló bajo las políticas populistas-destructivas de sus gobernantes de izquierda. Las políticas populistas-destructivas resultaron hostiles a las clases medias, más educadas y prósperas, que no tardaron en abandonar el país, llevándose consigo un importante capital humano, que empobreció al país.

Finalmente, el resentimiento hacia la clase empresarial, que quizás no estaba libre de fallas, llevó a la aplicación de medidas que provocaron el cierre de muchas empresas. Cuando las empresas cerraron, el país solo pudo abastecerse con el maná petrolero. Pero cuando los precios del crudo bajaron, la escasez y la miseria prevalecieron.

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