En 1980 el escritor de ciencia ficción Isaac Asimov publicaba, en la revista Newsweek, un artículo titulado “El culto a la ignorancia”, en el que hacía notar que la mayoría de los estadounidenses no leía o leía muy poco y desconfiaba de los expertos y de los intelectuales.
Lo que decía Asimov en 1980 tiene la misma vigencia ahora, cuando vemos que los medios especializados y no tanto suelen resaltar no la formación ni la idoneidad de las personas que ponen como ejemplo de éxito –casi siempre económico- sino su capacidad para hacer dinero.
Casos como el de Mark Zuckerberg, que abandonó la universidad para dedicarse a la creación de la plataforma que le hizo ganar millones de dólares, son puestos como modelos y paradigmas.
También se cuestiona la meritocracia, la capacidad de las personas para ascender de posición y elevar su estatus con su preparación académica y su dedicación al trabajo y al estudio.
“El primer problema de la meritocracia es que las oportunidades no son iguales para todos”, dice Michael Sandel, profesor de Derecho de Harvard, y muy probablemente tiene razón, mientras vemos dirigentes políticos, presidentes algunos, cuya ignorancia se disimula para resaltar su pragmatismo.
Dos ejemplos: Carlos Menem dijo una vez que Atahualpa Yupanqui decía: “Caminante no hay camino…” pero resulta que eso lo escribió Antonio Machado, Enrique Peña Nieto no supo nombrar tres libros en la Feria del Libro de Guadalajara…
Decía Asimov en aquel artículo ya citado que a los que exigen un determinado nivel de conocimiento, una formación y una educación superior de los políticos y dirigentes, se los tilda de “elitistas”, así se descalifica la experiencia y el conocimiento profundo de cuestiones esenciales para gobernar.
La falta de lectura, la adopción de las redes sociales como fuente de información, la exposición a medios manejados por gente sin formación periodística, pero que sí saber hacer negocio con la ignorancia, son el pan de cada día en estos tiempos globalizados.
Estamos caminando hacia un mundo que no nos diferenciará demasiado de los animales, se alarman algunos. Sin embargo, una característica de los animales es que jamás permitirían que el más inepto se convierta en conductor de la manada.