Una de las contribuciones al progreso en el bienestar social de mayor transcendencia en las últimas dos décadas, ha sido el diseño, medición y publicación del Indice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial, por hacer visible una verdad tan evidente que parece un axioma.

El sexo femenino representa en promedio la mitad de la población mundial. En la medida que ésta  permanece fuera del mercado de trabajo dedicada a tareas no remuneradas, con dificultad de acceso a salud y educación, desempleada o subpagada, con barrreras para escalar a los puestos de decisión mejor recompensados, así como a las esferas de decisiones en los ámbitos político, económico, social y cultural, la sociedad se priva de aprovechar la mitad del talento de que dispone para que contribuya a la properidad de la otra mitad y de las mismas mujeres. De manera que, su desarrollo es una situación de ganar-ganar en materia de bienestar.

La brecha de género puede definirse como la desviación en la condición de mujeres y hombres respecto a un mismo indicador. Este refleja de manera explícita o implícita las oportunidades de decisión y acceso de cada género, en condiciones de igualdad o desigualdad,  en lo político, económico, social y cultural. El Indice Global de Brecha de Género por sí solo no es suficiente para medir el nivel de desarrollo de una nación, pero sí es un indicador de cómo una sociedad aprovecha sus potencialidades de prosperidad de cara al futuro.

En la última publicación correspondiente al 2020, República Dominicana alcanzó un índice de 0.70, ubicándose en el lugar 80 de 153 países considerados. En América Latina, nos situamos en un inaceptable lugar 21 de 25 paises.  La evolución del índice ha sido irregular, reflejando una ligera mejoría de solo 5% respecto al 2006.

Como resultado de los avances alcanzados en salud en las últimas décadas, se considera que el país ha cerrado la brecha en ese ámbito junto a un grupo de otros 39 países. Las políticas adoptadas en el ámbito educativo posicionan al país en el lugar 42. En participación económica y oportunidades ocupamos el lugar 85 y el 88 en empoderamiento político, ambos sencillamente decepcionantes.  A corto plazo, no parece posible mejorar estos dos últimos aspectos, pero en el caso de la participación económica y oportunidades, la brecha en el ingreso está amenazada con profundizarse.

Según cifras de la Superintendencia de Pensiones, al cierre de enero de 2020 el número de mujeres cotizantes en el sistema de seguridad social disminuyó en 133,899 respecto a marzo de 2020. Paradógicamente, el salario promedio de las mujeres aportantes al sistema, en medio de la crisis económica, se incrementó en ese mismo lapso más de un 7 por ciento.

Este aumento solo pudo ocurrir si la salida en el número de cotizantes corresponde a mujeres cuyo salario no aporta al incremento de la media de este segmento. Esto es, que su salario está por debajo del ingreso promedio por trabajadora lo que estaría profundizando aún más la brecha en el ingreso. Además, esto sugiere que se están deteriorando las condiciones de vida de muchas mujeres que posiblemente vivían en condiciones precarias, perdieron su empleo y están sufriendo los embates de la inflación.

Los efectos de la situación previamente descrita no es solo a corto plazo si no que persistirían a largo plazo, ya que dejar de aportar al sistema en el presente tendrá consecuencias en el ingreso por pensión al momento de retiro, por lo que urgen políticas públicas orientadas a corregir la ampliación de esta brecha.

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