1. Nuestro abogado habitual es nuestro confidente. Si somos honestos, aunque hayamos cometido un error como humanos que somos, lo buscaremos probo. En caso contrario, contrataremos uno poco ético, para que, sin ruborizarse, sea cómplice de nuestras inconductas. Quien representa nuestra dignidad en temas legales debe tener una alta dosis de ella.
- Durante casi 7 años fui juez de la Segunda Sala Laboral del Distrito Judicial de Santiago. Al emitir una sentencia trataba de que la ley estuviera en consonancia con la justicia, lo que en ocasiones se complicaba por tecnicismos o ignorancia de los abogados. ¡Cuántas veces me encontré obligado a fallar en contra de quien moralmente tenía razón! Eso me dolía. Juzgar no es sencillo.
- Si quieres conocer a alguien, pregunta por su abogado de cabecera. Si pretendes saber cómo es el abogado, averigua al tipo de persona que representa. I haréis justicia.
- El abogado debe escribir y hablar correctamente, y saber historia, filosofía, economía, ciencia, y literatura. De no ser así, se le dificultará argumentar adecuadamente frente al magistrado, ministerio público, clientes y contrarios, pues habrá momentos en que lo jurídico deberá ser complementado con otros conocimientos.
- En mi profesión de abogado (y en la vida) no todo dinero se gana; lo trascendente es facilitar las soluciones y no provocar o promover litigios, lo que podemos lograr pensando en el bienestar de nuestros clientes, en la justicia y en la equidad.
- La mayoría de abogados que conozco son honestos y dignifican la toga y el birrete. ¡Qué agradable es litigar o compartir con ellos!
- Un abogado completo tiene sentido común, conoce leyes, jurisprudencias y doctrinas, y cuenta con una sólida cultura universal. Sin embargo, existe algo más importante: es imprescindible que sea íntegro, que la palabra ética esté tatuada en su corazón, pensamientos y acciones.
- En la abogacía y más allá: ¡triste es sucumbir a la tentación de promover sucesos que no existieron o que fueron manipulados!
- Hay abogados que cuando argumentan en los tribunales no se enfocan en convencer al juez; se concentran en sus clientes, en el auditorio, en la prensa y hasta en la ciudadanía. Olvidan que el magistrado es quien decide en base al derecho, aunque hay sus excepciones.
- Ser abogado es un asunto muy serio. Quien procura nuestros servicios coloca en nuestras manos su libertad, su patrimonio, su paz. Una mala asesoría nuestra puede ser fatal y acabar con una vida, una empresa o una familia, y usualmente esa equivocación no tiene remedio en los tribunales. ¡Dios, qué compromiso tan inmenso! ¡Es penoso que algunos lo tomen a la ligera, con una irresponsabilidad espantosa!