Hook, Inglaterra.- Estando de visita en la tierra del ilustre Winston Churchill, me sorprende la noticia de que el gobierno ecuatoriano que encabeza el joven presidente Daniel Noboa, ha cometido una acción inaceptable al violar de manera flagrante el territorio de México, con el asalto de la embajada de ese país en Quito y el maltrato a los representantes diplomáticos de la patria de Benito Juárez.

Esa actuación viola de manera total las normas del derecho diplomático internacional consignadas en la Convención de Viena, que en su artículo 22 establece con claridad que “los locales de misiones son inviolables”, y que bajo ninguna circunstancia los gobiernos donde están las delegaciones diplomáticas pueden irrumpir por la fuerza, ya que eso es violar la soberanía del Estado que está representado.

En el caso de Ecuador, de forma inaudita el presidente Noboa envió policías y militares a penetrar de manera atropellante a la embajada de México, sin poner en conocimiento al encargado de la sede diplomática. Por el contrario, también maltrataron de palabras y de hecho al señor Roberto Canseco, jefe de la misión. La justificación de las autoridades de esa nación para cometer este atropello fue el apresamiento del ex vicepresidente Jorge Glas, quien es procesado por cargos de corrupción, pero quien adujo que es un perseguido político, pidió asilo en la embajada de México, la cual se lo concedió.

Los defensores de esta injustificable acción plantean que México estaba protegiendo a un condenado por la justicia y que ellos no podían permitir que Glas evadiera la justicia. Pero quienes así piensan cometen un grave error, pues lo que correspondía en ese caso era que el gobierno no le diera el salvoconducto para que Glas saliera de Ecuador, pero nunca cometer la acción ilegal de penetrar a la embajada y raptarlo, violando todas las normas diplomáticas internacionales.

En la historia de América Latina hasta los más feroces dictadores respetaron las embajadas cuando opositores o perseguidos de sus regímenes penetraban a esas sedes y recibían asilo. En los tiempos más duros de la dictadura de Trujillo, en febrero del año 1950, los luchadores antitrujillistas y dirigentes del PSP, Juan y Felix Servio Ducoudray, junto a Pericles Franco Ornes, pidieron asilo en la embajada de México y recibieron asilo diplomático. En principios, la cancillería dominicana quería que les fueran entregados al gobierno alegando que eran “vulgares delincuentes”, pero la delegación mexicana se mantuvo firme en la defensa de los asilados y logró que le otorgaran el salvoconducto. Luego, los escoltaron hasta el aeropuerto y a pesar de la provocación de los servicios de seguridad trujillista, no se dejaron chantajear y lo montaron en un avión que los llevó a la ciudad de México. Es decir, que el dictador Rafael Leonidas Trujillo, que era un impacable asesino y violador de los derechos humanos, no se atrevío a violar la soberanía de una delegación diplomática que acogió a enemigos políticos de él.
De forma similar actuó el dictador chileno Augusto Pinochet respetando las sedes diplomáticas cuando varios dirigentes de izquierda y combatientes en contra de su dictadura, se asilaron en las embajadas de Suecia, de la Santa Sede y del propio Ecuador. Nunca el gobierno fascista de Pinochet fue capaz de entrar por la fuerza a una embajada para apresar a un asilado. Y a pesar de su oposición a esos asilos, nunca apresó a quienes les concedían el salvoconducto para ser repatriado de la mano de los embajadores de esos países.

Noboa actuó peor que los más duros dictadores de América. Su acción es condenable desde todo punto de vista. Con razón el gobierno de México rompió relaciones con Ecuador y lo mismo hizo el gobierno de Nicaragua. La OEA, CELAC y el MERCOSUR emitieron sendos comunicados condenando la acción del gobierno ecuatoriano y ya muchos países de América Latina han expresado su condena, entre ellos la República Dominicana, Costa Rica, Panamá, Argentina, Guatemala, Colombia, Ecuador, Cuba, Bolivia, Brasil, Chile y Venezuela, entre otros.

Las imágenes de policías y militares ecuatorianos asaltando la sede de la embajada mexicana en Quito, son una verdadera vergüenza para Ecuador y para el mundo. Este hecho debe ser condenado y sancionado por todos los países que defienden la democracia y la convivencia pacífica entre nuestros pueblos.

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