Fotografía que muestra el intenso oleaje ante el avance del huracán Beryl, este martes, en Santo Domingo (República Dominicana). EFE/ Orlando Barría
Fotografía que muestra el intenso oleaje ante el avance del huracán Beryl, este martes, en Santo Domingo (República Dominicana). EFE/ Orlando Barría

Aunque el paso del huracán Beryl por nuestras tierras, sobre todo por las costas caribeñas de la parte sur, no produjo daños de consideración, no podemos ignorar que representa un mal presagio para lo que resta de aquí a noviembre.

Según la Organización Meteorológica Mundial, este huracán es precedente de una temporada ciclónica “muy peligrosa”, por los récords que estableció antes de tocar tierra.

Beryl fue el primer ciclón de categoría 4 en el mes de junio, lo que es un hecho inédito, pero además registró un crecimiento explosivo al pasar de depresión tropical a huracán en dos días, e incluso en pocas horas pasó de categoría 4 a categoría 5.

Según Jeff Masters, cofundador de Weather Underground, Beryl “es inauditamente extraño”, mientras que para Phil Klotzbach, investigador de huracanes de la Universidad Estatal de Colorado, es un “presagio potencial de cosas más interesantes que se avecinan”.

No son los únicos datos preocupantes que deja; actualmente las temperaturas de la superficie del mar en el Atlántico y el Caribe superan las que deberían ser en septiembre que es el pico de la temporada de huracanes.

Ya teníamos que según la Organización Meteorológica Mundial y el Servicio Copernicus de la Comisión Europea, julio del 2023 ha sido el mes más caluroso desde que se tienen registros.

Esto debiera llamar a preocupación a los gobiernos, a las sociedades y a los organismos transnacionales porque la degradación ambiental es una realidad que representa para la humanidad peligros demasiado evidentes que amenazan la supervivencia de la especie humana.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advertía el año pasado que ya quedó atrás la era del calentamiento global y entramos en la etapa de la ebullición, esto significa que el mundo tiene que reaccionar antes de que el mar comience a devorar poblaciones costeras, y las temperaturas sean más calcinantes y el aire se vuelva irrespirable.

Cada temporada ciclónica es una muestra demasiado real del daño de la sobreexplotación de los recursos naturales y la contaminación.

Si esto no es una señal de que el calentamiento global y el cambio climático están causando daños irreversibles, si no se logra bajar la temperatura del mar, si no cuidamos la casa de todos, quedarán pocos para lamentar las consecuencias, porque la tierra se convertiría en un cascarón vacío.

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