Esta semana el ministro de Educación se manifestó preocupado por las interrupciones de la docencia por parte de la ADP, y señaló específicamente una paralización en San Juan por cuatro días, del 9 al 13 de este mes.

Sin embargo, no ha sido el único paro de la ADP en el actual ciclo escolar; el día 3, su seccional Santo Domingo Oeste realizó una vigilia para demandar la reposición de un director de escuela, lo que dejó a los alumnos sin docencia.

Antes, el pasado 7 de julio, los maestros de Santiago abandonaron las aulas dizque para evaluar en asamblea la primera semana de clases, y ese mismo mes los maestros de Haina pararon en protesta por asuntos administrativos de una escuela.

Todo eso ocurre pese a que la ADP y el Ministerio de Educación, en el Palacio Nacional y en presencia del presidente Abinader, firmaron un pacto que contempló alza de salarios, aumento de pensiones y servicios de salud, con una erogación adicional calculada en RD$12 mil millones, con el único compromiso de que no haya interrupción del calendario.

Y más en estos tiempos cuando un estudio de la Unicef concluyó que si no se toman medidas, la educación en muchos lugares puede pasar de ser “el gran nivelador” a crear la “gran división” entre los niños que tienen un aprendizaje adecuado y los que no.

Una de las causas de la afirmación anterior radica precisamente en el frecuente ausentismo de la ADP, que perjudica solo a los estudiantes de escuelas públicas, es decir, a los sectores más pobres y vulnerables, que es el mal mensaje que dejan estas “luchas” que ponen a la educación de nuestros niños y jóvenes por medio.

Abogar por la normalidad de la docencia en las escuelas por lo que resta del año escolar es un imperativo que debiera movilizar a toda la sociedad y a las comunidades educativas.

Que no haya más pérdida de docencia es la única manera de superar el retraso provocado por la pandemia del coronavirus, cuya consecuencia más grave es que, además de la enorme deserción, miles de estudiantes todavía no han vuelto en su totalidad a las aulas.

Solamente nos resta señalar que ojalá estas luchas de la ADP no continúen estropeando el futuro de tantos niños y jóvenes pobres, que tienen en la escuela pública la única esperanza de un mañana mejor.

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