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A la República Dominicana no ha llegado un solo disparo de la guerra en Ucrania, pero sus consecuencias nos están tocando con fuerza.
El precio del barril de petróleo, por ejemplo, impacta con potencia de misil y provoca que las autoridades empiecen a condicionar a la opinión pública sobre la imposibilidad de mantener el subsidio.
Inclusive, el presidente Abinader adelantó el miércoles desde Los Ángeles que solo espera retornar para convocar al Gabinete Económico porque la situación “está fuera de control”.
Mientras vuelve, hay expectativas sobre si hoy viernes se cumplirá el anuncio de que el parámetro para absorber las alzas es hasta 115 dólares, en atención a que el promedio de los precios del barril WTI ronda los US$120, cifra gravosa superior en US$57.3 (91.4%) a lo contemplado este año en el Presupuesto General del Estado, que es US$62.7.
Por el mismo camino pedregoso transitan las medidas propuestas a principio de marzo por seis meses para evitar efectos inflacionarios en productos como el aceite refinado, mantequilla, margarina, leche en polvo, grasas comestibles y enlatados, como también el pollo, ajo, pastas, habichuelas, harina, pan, carne de cerdo y de res.
Si bien los precios de la mayoría de esos productos han estado contenidos, lo que se muestra en el índice de precios del Banco Central correspondiente al mes pasado (IPC de 4.29% de enero a mayo), ha sido por subsidios y por ajustes a la tasa de política monetaria (TPM).
Por suerte la economía dominicana ha recibido esta semana mensajes alentadores del Banco Mundial y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), los que van en la misma dirección a la que apuntaron recientemente el FMI, el BID y calificadoras de riesgo, que resaltan su capacidad de resiliencia y coinciden en la proyección de que tendrá un crecimiento en torno al 5 % durante 2022.
Esperemos el arribo del presidente Abinader y la convocatoria de su Gabinete Económico, pero con la esperanza puesta en que no sigan retumbando por estos predios los cañonazos de esa guerra que el papa Francisco define como “cruel e insensata”.
