Aunque resta que finalice 2021 para comparar la primera y la segunda etapas del operativo “Compromiso por la vida”, los reportes del Centro de Operaciones y Emergencias (COE) de la primera correspondiente a Nochebuena y Navidad tienen poco de qué alegrarse.
El COE reportaba hasta ayer el fallecimiento de 14 personas por accidentes de tránsito, nueve de ellas, según gusta precisar a las autoridades, fuera del ámbito del operativo.
Algo que no debe extrañar es que 87 de los 122 accidentes ocurridos en ese lapso involucraron a motocicletas.
Tampoco es de extrañar la cantidad de accidentes de tránsito y el número de fallecimientos, si atendemos a que se trataba de un fin de semana extra largo que para muchas personas arrancó desde el jueves 23 al mediodía. Y no nos asombra porque nos hemos ido malacostumbrando a que en cualquier fin de semana normal haya entre 10 y 15 muertes.
Y el hecho de que en el mayor número de accidentes y de muertes en carreteras haya motociclistas, no es un fenómeno propio de Nochebuena, Navidad o Año Nuevo ni de la Semana Santa; es de todos los días.
Lo de las motocicletas es una fatalidad y el grito es ya de impotencia. Alguna solución de fondo hay que buscar, bien sea con la implementación de más eficaces medidas preventivas o con el fortalecimiento de las represivas, en pos de reducir lo que se ha convertido en una epidemia.
Aunque suene repetitivo, en la jornada que falta para Año Nuevo el COE debiera poner el acento en los motoristas, con los que se hace urgente en el país un régimen especial y establecer como prerrequisito para empuñar un timón educación formal y vial.
A propósito del conteo de víctimas fatales del COE en sucesivas ruedas de prensa y boletines en fechas especiales, habrá que recordarles a las autoridades, sin ánimo de que parezcamos injustos, que ellas no están solo para dar las cifras trágicas y luego continuar en línea recta hasta la próxima jornada, que sería en la Semana Santa, para seguir haciendo lo mismo.
