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Esta semana hubo un hecho relevante alrededor de la crisis en Haití, por la celebración en Jamaica de una reunión de tres días a puertas cerradas, con el auspicio de la Comunidad del Caribe (Caricom) y con participación de una amplia muestra representativa de sectores de ese país para el diseño, mediante un diálogo inclusivo, de un camino para que Haití vuelva a ser una democracia funcional.

Distintos partidos, sociedad civil y otros grupos, acordaron ampliar la composición del Consejo Superior para la Transición, para incluir a más partes interesadas que asistieron a la reunión, para celebrar elecciones creíbles.

Este encuentro en Jamaica quizá podría ser el inicio de un nuevo intento por restaurar en Haití un gobierno basado en la Constitución, lo que ha resultado imposible por tratarse de un país a la deriva, sin un Estado como tal y en permanente limbo institucional, sin que aparezcan a lo interno árbitros o entes de mediación.

Pero por casualidad o con intencionalidad, llama la atención que coincidentemente con esa reunión de sectores “representativos” de la sociedad haitiana, la ministra de Relaciones Exteriores jamaicana anunció el cierre de su consulado en Puerto Príncipe, luego de que hombres armados atacaran e incendiaran partes del recinto.

El edificio “fue incendiado y saqueado por bandas criminales, por lo que los servicios consulares se suspenden indefinidamente”, anunció la canciller jamaicana, Kamina Johnson Smith.

Esta acción conspira contra la buena voluntad expresada por los convocados a Jamaica y contra sus conclusiones, porque el mensaje que se estaría enviando es que para cualquier salida a la crisis haitiana habría que dar un asiento en la mesa a las bandas criminales, a cuya merced vive la población.

De todos modos se debe saludar el intento de Jamaica, porque lo elemental es abogar por el diálogo y esperar que los propios haitianos se pongan de acuerdo, lo que no significa que República Dominicana baje la guardia en propugnar con firmeza, como política central, que ante una situación tan incierta lo conveniente es que la comunidad internacional se involucre en la solución de la problemática haitiana.

Esperemos a ver cómo evolucionan las conclusiones acordadas en Jamaica, sin muchas expectativas porque entre nuestros vecinos la tónica es que no existe convivencia ni tolerancia, y que no pierden ocasión para reiterarse como Estado fallido incapaz de garantizarles nada a sus ciudadanos.

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