Mientras la población se preocupa por el cambio climático, por el calentamiento global y la depredación de los recursos naturales, esa inquietud choca con la indiferencia de las grandes potencias y de los líderes mundiales.
El mundo asiste con asombro a la proliferación de armamentos, con el peligro cada vez más cercano de un conflicto nuclear, y a la voracidad de los estados que se lucran con las guerras en muchas regiones del planeta.
Esto es porque el negocio de las armas se enfoca en venderle a cualquiera que pueda pagar, no importa si es el narcotráfico o pandillas que sumen a poblaciones enteras en el caos y la violencia.
Y lo decimos con énfasis, por esta realidad: Según los resultados de la mayor encuesta independiente de opinión pública sobre el cambio climático, “People’s Climate Vote”, que se conocieron recientemente, el 80 % de la población mundial no está conforme con el accionar de los gobiernos ante el calentamiento global, y en todo el mundo la ciudadanía quiere que sus líderes “actúen de manera urgente y con valentía para luchar contra la crisis climática”.
Sin embargo, mientras esa es la preocupación de las grandes mayorías, incluso en los mayores emisores de gases contaminantes, como Estados Unidos y Rusia, donde el 66% de la opinión pública exige más acción climática; un 67 % en Alemania; un 73 % en China; 77 % en Sudáfrica y la India, 85 % en Brasil, los intereses de sus líderes son muy distintos.
Conclusión: el cambio climático inquieta a la población, no así a sus gobernantes.
Los objetivos del milenio, más tarde transformados en Objetivos de Desarrollo Sostenible, y que debieran alcanzarse en 2030, no pasan de declaraciones retóricas, porque aceptados por casi todos los países no tienen un carácter vinculante, no representan obligación para nadie, y menos para las cabezas dirigentes, sean estas políticas, financieras o empresariales.
Objetivos como “hambre cero” por ejemplo, disminución de la pobreza y el reemplazo de los combustibles fósiles por otras fuentes de energía, siguen siendo tan lejanos como siempre, o sea imposibles de alcanzar.
Mientras los líderes mundiales y las grandes corporaciones miran para otro lado con brutal indiferencia, solo resta esperar que las poblaciones reaccionen, que exijan acciones concretas, que se unan voluntades para preservar la vida sobre la Tierra.